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Sega Mega Drive Mini: transmitiendo la nostalgia a las nuevas generaciones
He probado a fondo la consola y sus 42 juegos y este ha sido el resultado
A finales de 2016 Nintendo, como parte de su nueva estrategia para remontar las cifras que había dejado la época Wii U, echó la vista atrás y convirtió la nostalgia de millones de jugadores de todo el mundo en una nueva pasión por las consolas clásicas. El éxito desmedido de NES Mini siguió con SNES Mini y disparó la expectación sobre PlayStation Classic (aunque los resultados de esta última fueron mucho más discretos). En ese proceso natural, los ojos de gamers y prensa especializada estaban fijos en SEGA que por fin en 2019 puso a la venta Sega Mega Drive Mini.
Su llegada no estuvo exenta de polémica por cómo se desarrollaron los acontecimientos con las empresas que en un principio iban a desarrollar la versión mini de una consola tan querida por una enorme legión de fans. Pero con el paso del tiempo ha quedado demostrado que cada paso dado por SEGA, retrasos incluidos, ha servido para ofrecer un producto de calidad que está a la altura del nivel de nostalgia que marca a toda una generación que lo ha esperado con cierto ansia.
La razón aducida entonces fue que Sega vio que el anuncio de la consola fue todo un boom en Occidente porque la noticia original solo hablaba del mercado japonés, así que decidieron que el lanzamiento fuera mundial, por lo que necesitaban el tiempo para que la calidad fuera la esperada en todas las regiones. Y vaya si lo es. Sega Mega Drive Mini llegó al mercado el 4 de octubre con una recreación en miniatura de cada detalle de su 'hermana mayor'. Sacrificar el 30º aniversario debió ser una decisión dura pero el resultado es magistral y, sin que suene a cliché, ha merecido la espera.
Habla muy bien de la experiencia de juego el hecho de que se tarde más en desembalar cada cable de la Sega Mega Drive Mini con sus alambres y sus bolsas de plástico que lo que se tarda en enchufarlo a una televisión y teletransportarse a los años 90.
El análisis técnico de Sega Mega Drive Mini lo podéis encontrar en las primeras impresiones que publiqué allá por el mes de agosto en nuestra primera toma de contacto con la consola. Un objeto de coleccionista cuyo aspecto externo es lo más atractivo a nivel de nostalgia (lástima que la ranura de cartuchos no tenga funcionalidad) y que te hará reflexionar sobre cómo eramos capaces de jugar durante horas con esos mandos sin dejarnos las manos.
El aspecto externo, el aspecto interno (menús de navegación, opciones...), su rápido funcionamiento, su acertado catálogo de juegos, su precio... Casi todo lo tenéis resumido en ese reportaje que resumirá vuestras primeras horas de contacto con la consola.
Una plataforma para toda la familia
Pero ahora que he podido disfrutar de Sega Mega Drive Mini con mayor tranquilidad, quise tener una nueva perspectiva de lo que tener esta plataforma en casa podría suponer para distintas generaciones de jugadores. Y no se me ocurrió mejor experimento social que juntar a la familia en el comedor.
Puedo deciros que perdí la cuenta de las veces que tanto mi mujer como yo mismo grabamos la pantalla de la televisión para mandarle a familiares o a amigos vídeos de partidas con juegos que habíamos compartido con ellos casi tres décadas antes. ¿Postureo? Tal vez. Pero las promesas de vernos con esa gente para disfrutarla en conjunto se dispararon aquel día.
Y eso es uno de los grandes alicientes que da Sega Mega Drive Mini: compartir juegos como se hacía antes. No todos los juegos admiten partidas para dos jugadores con los que sacar provecho a los dos mandos incluidos en el pack, pero eso no es óbice para no jugar a dos jugadores en un juego exclusivo para un jugador (como es Sonic): mirando y compartiendo dudas y secretos de un juego.
La experiencia offline con la que crecimos millones de jugadores está desapareciendo en favor de partidas multitudinarias con rivales de todo el mundo. No es que sea malo. Pero yo sigo apreciando el encanto de escuchar el sonido del golpe de los botones de mi compañero/rival en una partida.
Mientras mi mujer y yo (treinteañeros camino de la cuarentena) nos volvíamos locos con los juegos que marcaron nuestra infancia, nuestros hijos asistían atónitos al sonido de los botones y a los gráficos pixelados que salían del televisor. Difícil explicarle a un nativo digital lo que significan 16 bits o un mando analógico en la era de lo táctil y la ultra alta definición.
Pero el encanto de los juegos de scroll laterales, ampliamente representados en Sega Mega Drive Mini, acabó por atrapar a la sección infantil de mi casa. Casi todos los juegos de la versión mini de la consola son aptos para todas las edades algo cada vez más alejado de la actual concepción de videojuegos.
Quizá no tengan la oportunidad de descubrir un joystick o pasarse horas y horas en un salón recreativo viendo cómo los jugadores intentan batir su propio récord. Pero gracias a esta plataforma han podido descubrir una parte muy importante de la historia de los videojuegos sin la que el panorama actual nunca se entendería. El futuro descubriendo en el presente el pasado. Y por solo 80 euros.
Juan Ignacio Herrero
Redactor de LOS40 desde 2005