Especial
Okuda nos habla de su conexión con Pablo López por el número 11
Y de los discos que podríamos escuchar leyendo su nuevo libro
Okuda San Miguel se ha convertido en los últimos años en un artista con reconocimiento internacional que recorre mundo llenando de color muros de lugares tan dispares como Rusia, Tahití, Los Ángeles o Japón. Eso sin olvidarse de sus raíces. De hecho, estos días se ha visto envuelto en la polémica por su intervención en el faro de Ajo que no ha gustado a todo el mundo pero que Revilla, el presidente cántabro, ha defendido a capa y espada.
Y es lo que tiene el arte, que no todos son capaces de comprenderlo. Tal vez por eso sean tan necesarios libros como Colouring the world que acaba de lanzar para intentar acercar un poco más su arte a la gente. Y eso que ya es un artista de masas que arrasa con cada exposición que hace.
El arte callejero ha ganado mucho con él que reconoce que no puede pintar sin música. Fue el encargado de diseñar la estatuilla del Golden Music Award de la última edición de nuestros premios y representa unos valores con los que comulgamos porque se basan en la diversidad y la multiculturalidad que, en estos tiempos de tantas revueltas están siendo muy demandados.
Pablo López, M.I.A, Pau Donés o Estopa han estado presenten durante una conversación sobre arte, pero también sobre vida, la que deberíamos vivir cada uno como más nos haga disfrutar bajo el respeto a los demás.
Este libro, ¿una necesidad de expresarte, explicarte, compartir…?
Veía necesario hacerlo como ejercicio personal de desarrollo de los conceptos de los que hablan mis obras. He sacado 11 símbolos, 11 porque es mi número mágico, y he hecho 11 capítulos cada uno de un color. Necesidad un poco de explicar al público mi trabajo. Ya lo ha explicado varias veces, pero no tan desarrollado.
Pero entonces, ¿el arte hay que explicarlo?
No, para nada. De hecho, he dicho muchas veces que me encanta que mi trabajo le guste a todo tipo de gente. Me encanta que la gente sienta cosas y que no tenga que saber nada más. Es que parece que a la gente como que le da corte ir a un museo y hay que ir al museo como quien va al cine o cualquier otra cosa. El arte es para todos.
Los colores representan la pluralidad… un valor que parece que no tenemos muy en cuenta en una sociedad que camina hacia una globalización homogénea, ¿no?
El valor del ser humano está en la diversidad, eso es así, pero también en la igualdad de razas y culturas, que todos tengan los mismos derechos. Pero en la diversidad está el crecimiento y la evolución.
En el libro reflexionas sobre esas ciudades que cada vez son más similares y eso me recordaba a una charla que tuve hace unos días con Manolo García que decía que cada vez le gusta menos viajar porque ya no hay casi diferencia entre unos sitios y otros.
Evidentemente, en los lugares que a él y a mí nos surgen las propuestas con presupuesto, son las grandes capitales y al final se han unificado y hay paseos que tienen las mismas tiendas y todo de la misma manera y me da un poco de pena eso, la verdad. Pero, por suerte, también tengo proyectos en otro tipo de países que no son las grandes capitales y veo países muy distintos. Con la fundación que estoy haciendo que se llama Colouring the world, igual que el libro, queremos hacer proyectos más sociales en lugares como África.
Hablando de colores, últimamente el color que pinta la actualidad es el negro, ¿qué valoración has hecho de lo que está ocurriendo en Estados Unidos?
Yo me siento muy partícipe de esto porque he crecido y me he formado con la música rap y la cultura negra, musicalmente hablando el funk, y toda la música negra me encanta. El Street Art viene también de Nueva York, de los 80. Viajo mucho a Estados Unidos, voy 4 o 5 veces al año y tengo un ahijado en el Bronx, tengo muchos amigos en Brooklyn, me siento bastante dentro de la ciudad y, de hecho, creo que el año que viene viviré ahí por un tiempo. Es un problema que parece que, de momento, no se va a resolver. Es como en Sudáfrica. Parece que había pasado y cada dos por tres vuelve. Un reflejo de eso es el presidente que tienen que cierra las fronteras y que es un país creado por inmigrantes, negros y latinos, ¿cómo puede ser que ahora te sobren? No puede ser.
¿Cuál es el país que te ha enamorado por su color?
El país que me ha enamorado por sus colores y voy y vuelvo mucho y quiero volver es India. He hecho proyectos en varios sitios, en Goa, Nueva Delhi, Bombay… y volveré porque tengo grandes amigos allí. Quiero llevar allí a mi madre, con ella hago bordados, y quiero hacer un intercambio cultural con mujeres en Calcuta que bordan allí. Me inspira mucho y el color, no solo de las telas y el lugar, sino el rollo de las religiones también me llama mucho. Te enseña a valorar el mundo occidental. A pesar de que viven cosas muy fuertes allí tienen sonrisas intensas y miradas increíbles y eso es maravilloso. Recuerdo también Tahití, me encantó, cómo respetan y protegen su cultura indígena. En general, África, tengo muchas ganas de volver. Tengo ganas de volver y llenarme de experiencias y, además, el color en África es una pasada.
Tú eres una paleta de color no solo en lo artístico sino también en lo estilístico: ¿Todos los colores combinan entre sí o hay alguno que no mezclarías?
Antes, al inicio de mi carrera, cuando hacía grafitis en la calle, siempre usaba complementarios. Por ejemplo, el violeta con el amarillo, me parecía como muy potente hacer esas combinaciones. Luego, hacía más grises y le metía algún color. Después usaba toda la paleta de colores, pero siempre equilibrado con el blanco y el negro. Luego, combinaciones siempre voy descubriendo nuevas.
Y vamos cambiando según las modas. Antes combinar en ropa un rojo con rosa era un horror y ahora es algo normal.
Ahora es el momento de que las normas no existen. Por supuesto que cuadros con rayas, por supuesto que sí. La moda me influye mucho y es momento de combinar cuadros, con rayas, lunares y todo, es la tendencia.
Y tú feliz…
(risas) Sí, es un poco lo que hago yo con mis personajes. Mezclo estampados modernos de Louis Vuitton, por ejemplo, con ornamentos indígenas. Poniéndolos todos al mismo nivel y jugando con las banderas y eliminando la simbología que tiene todo, me siento bastante cómodo.
Cuentas una experiencia en Rusia donde te censuraron el uso de ciertos colores por el parecido con la bandera LGTBi… ¿qué se siente cuando te ocurre algo así?
Parece que no pero el poder del público que te sigue y de las redes sociales hacen que se den pasos para adelante y pasos para atrás en este tipo de decisiones. El problema es que, si usaba un violeta, justo parecía la bandera gay y si usaba el azul oscuro, no. La persona del gobierno decidió pintar ella el rectángulo azul para evitar esto cuando realmente es el mismo mensaje. ¿Qué cambia si hay un color u otro si al final está el círculo cromático hecho? Me parece ridículo este tipo de cosas. Como un color u otro cambia el concepto cuando no cambia nada. Ves el edificio y te está trasladando libertad y por un color u otro no va a cambiar ese mensaje.
El jardín de las delicias está muy presente. Un cuadro que poco tiene que ver con el arte contemporáneo que representa el paraíso y el infierno… ¿a cuál irías a parar?
Al paraíso… Aunque mejor a la parte central que hay mucha luz y yo necesito un lugar con mucha luz. De hecho, por eso vivo en Madrid, porque la luz es maravillosa y creo que iría allí porque ocurren muchas más cosas en esa parte.
Está representado el pasaje de Adán y Eva, el pecado original… Eso ha generado mucho sentimiento de culpa, ¿en tu caso?
No, para nada. Lo interesante de este cuadro y El Bosco es que pasó la vida pintando pinturas religiosas hasta que dio la vuelta a la tortilla y empezó a pintar cosas del más allá.
Tú hablas en el libro de sexo grupal, LSD en el Burning Man, rituales de ayahuasca, detenciones por exposición indecente… Muchos te considerarías un gran pecador, ¿qué les dirías?
Por supuesto. La fiesta de elrow’art, son reinterpretaciones de El jardín de las delicias y justo de ahí saqué la idea de que, como que a través de la noche y de pecar, llegas a la luz y al día, al paraíso. Hemos invertido el mensaje y yo, un poco, voy por ahí.
Este cuadro está muy conectado con la religión, tú confiesas no tener ninguna pero sí crees en la numerología, ¿necesidad de creer en algo?
No, simplemente ha sido que el número 11 se ha ido manifestando en mi vida muchísimas veces, no solo ahora. Mi primer proyecto en Estados Unidos, que pinté una estrella muy grande dentro de una fuente, en un festival de Tennesse, la salida de la autopista del festival era la 11, el motel de carrera típico donde matan gente, era la 111 la habitación, y así sucesivamente. Me tatué el 11 del 11 del 11 a las 11:11 en la muñeca. Son símbolos, señales que me dicen que voy por el camino correcto.
Hablas de lo fascinante que te parece lo diferentes que pueden llegar a ser los ideales de belleza de la mujer. Aunque parece que vamos hacia una tendencia de body positive y de aceptarte cómo uno es, ¿le ves final a esta dictadura?
Desde hace tiempo mujeres como robustas y grandes, volviendo al Renacimiento, por eliminar los cánones de belleza estipulados en la sociedad. Al final, cuando me junto a gente nueva, o relaciones, me atrae más alguien único que no responda para nada a los cánones de belleza, que alguien super guapo.
Hablas de las constantes de tu obra con los soulkeepers, ¿creer en ellos haca que nunca te sientas solo?
Puede ser. En cierto modo los soulkeepers en los cuadros pueden ser como la sensación de no estar solo por todas las obras que tengo y todas mis creaciones que me acompañan y me protegen de alguna manera.
Gran amigo de LOS40 desde que diseñaste el Golden Music Award en la última edición de los premios, ¿cuál fue la anécdota de la noche?
Fue muy guay, lo pasé muy bien. Me encantó el evento, no había ido nunca. Me cayeron muy bien sobre todo 'El Gallo' y su compañera, Tony, todos como muy majos en general. Luego me vinieron a ver muchos cantantes a los que les gustaba mi trabajo, me acuerdo con Melendi, con Nicky Jam… la verdad es que fue una noche llena de anécdotas y me llevo muy buen feeling. Con Estopa tuvimos un momento muy divertido porque les tocó el premio, pero claro, ¿quién se lo queda de los dos? Hicimos un juego muy divertido en plan pares o nones para ver quién se lo quedaba. Lo pasamos muy bien. También recuerdo haber conocido a Miguel Bernardeau y Ana Duato, que fueron muy majos, y con los que sigo hablando, que les mandé mi libro ahora. Le presenté a mi madre a Ana Duato. Me lo pasé muy bien y tuve muy buen feeling con todos.
En el libro hay apuntes de música. Hablas de la banda sonora de Slumdog Millionaire con M.I.A, ¿qué te transmiten estas canciones?
M.I.A, todas las canciones hablan de las fronteras, el racismo, la libertad y todo esto. Son increíbles. Musicalmente parece multicultural que es lo que yo transmite también. Cuando una música parece que son varias al mismo tiempo, no la puedes meter en un cajón solo, me encanta. Aparte es una fantasía el hecho de que venga de Sri Lanka. Tiene un rollo de protesta maravilloso y los vídeos que tiene son maravilloso. Destacaría el de Borders.
¿Has tenido alguna vez contacto con ella?
Mi tercer libro se lo di cuando vino a tocar a Madrid porque el manager de ella es amigo de un amigo mío cantante que es indio, pero vive en Londres. He pintado algunos retratos de ella y no he hablado con ella, pero tiene mi anterior libro.
Hablas del elrow’art, un proyecto que une arte y música electrónica, ¿cuáles son los puntos de conexión?
Para mí todos. Yo necesito escuchar música 24 horas para crear y para pensar ideas. Siempre lo he tenido muy unido. Cuando no estoy trabajando, lo mismo estoy en una pista de baile o en un festival con música electrónica. Tengo muchos amigos productores y DJs y esa pasión siempre la he tenido. La he llevado a cabo ahora pero siempre ha estado muy dentro de mí.
También escribes sobre tu conexión con Pablo López, ¿cuándo le conociste y qué relación tenéis?
Lo conocí el año pasado, quedamos para cenar y, de repente, la conexión que tenemos, ¿te puedes creer que es por el número 11 también? Muy fuerte. En una cena, todo lo que hablábamos, nos empezamos a mirar y a reírnos porque había muchas conexiones. Él está preparando su disco ahora y hablamos. Nos hemos empezado a hacer amigos por admiración mutua. Él tiene encima del piano, cuando toca, su ordenador y en el fondo de pantalla tiene La última cena mía. Muchas cosas que hablábamos era como ‘qué guay el habernos conocido’. Ahí seguimos, a ver si quedamos después de la pandemia para hacer una paella maravillosa que hace su hermano.
¿Qué disco nos recomendarías poner para escuchar mientras leemos tu libro?
El de M.I.A. o si no, Peineta, un grupo muy guay de España que suele utilizar su música para los vídeos anuales que hago. Es como un rollo como flamenco moderno, arabesco, a la vez electrónico y es una maravilla. Y, tercero, mi gran productor que me ha hecho la música del último vídeo de este año y me está haciendo un tema maravilloso para la exposición que voy a hacer en China. Voy a hacer un túnel calidoscópico, donde la gente se pueda meter, un túnel de espejos en el que das un paseo por toda la historia de mi obra.
El otro día despediste un directo con Cayetana Guillén Cuervo con unas palabras para Pau Donés, un músico que me recuerda mucho a ti. Muchas de las reflexiones que hay en tu libro me han recordado a algunas charlas que tuve con él, ¿tienes alguna canción favorita de Jarabe de Palo?
Últimamente estoy subiendo bastantes stories y pongo la de Bonito, todo me parece bonito.
Un libro de reflexiones creadas antes del confinamiento, ahora, ¿qué nueva reflexión incluirías en un capítulo extra?
Me encantaría incluir un bonus track con todo lo que hemos reflexionado. Y recoger reflexiones de amigos, pero yo recogería la reflexión de que el mundo necesita un parón que evidentemente ha sido muy fuerte vivir esto, pero, sobre todo, hay que quedarse con la limpieza y el oxígeno que le hemos dado a la naturaleza y al medio ambiente y, al final, a nosotros mismos. Nos tendría que hacer reflexionar sobre qué puede o no funcionar de la modernidad y de la rapidez con la que estamos destruyendo el planeta.
Pero, ¿crees que vamos a tomar nota?
Creo que no porque a los que mandan, al final, no les importa esto. Sinceramente. Eso es lo que me da pena. Si tenemos a la cabeza a Trump, que te dice que no hay problema con esto, qué quieres que te diga. Por lo menos, yo en Madrid he disfrutado de unos cielos maravillosos en la cuarentena y cuando se han podido dar paseos en Madrid ha sido increíble ver toda la arquitectura de Madrid y solo bicis por la carretera, era una fantasía.
Tú lo del parón, con lo hiperactivo que eres, no lo habrás llevado muy bien, ¿no?
Yo lo de parar no lo llevo bien, pero me ha tocado parar dos meses y medio en mi casa que yo creo que nunca he estado tanto tiempo y menos los últimos años que no he parado de viajar. Como estoy acostumbrado a hacer muchas cosas, de repente, me ha dado para pensar, planear mi primera peli de animación que quiero hacer que habrá un personaje que se llama coloravirus, que tiene que ver con la pandemia, pero de una manera positiva. Tú imagínate un mundo gris en el que, si te infecta el virus, te transformas en color y empiezas a plantearte un mundo de una manera más creativa.
Cristina Zavala
Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...