Gustavo Santaolalla asegura que el reguetón no es el nuevo pop y que en el rock hay mucho machismo
Reflexiones del ganador de dos Premios Óscar e impulsor del rock argentino
Cualquiera que ame el rock argentino sabe que uno de sus grandes referentes, sobre todo si hablamos de rock, es Gustavo Santaolalla. Este septiembre ha estado por nuestro país dando conciertos sinfónicos con una mezcla de su proyecto Bajofondo, sus bandas sonoras premiadas con Óscar como la de Brokeback Mountain o la música para el videojuego The last of us. Y es que en los muchos años que lleva dedicado a la música, ha experimentado muchas vías distintas.
Cuando era joven se mudó a Estados Unidos, no le quedó más remedio y allí descubrió un universo musical muy diferente al que había conocido en Latinoamérica y quizás ese enriquecimiento es el que le ayudó a impulsar el rock alternativo cuando volvió a su país años después, antes de decantarse por las bandas sonoras para el cine que le hicieron volver a Norteamérica.
Hablar con él es hacerlo con una persona con gran bagaje y conocimiento de la historia musical, sobre todo, en castellano. Y que conste que ser un veterano no le mantiene al margen de las nuevas tendencias.
Quién te iba a decir que acabarías en Hollywood cuando eras un chaval al que encarcelaban por llevar el pelo largo, ¿no?
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Cuando ves los grupos de rock ves que existían en contra de una realidad muy similar. En Argentina estaba la Junta Militar, en Chile estaba Pinochet y en México, no estaba eso, pero se mataron 1800 estudiantes y prohibieron el rock durante 10 años. Cuando ves todo eso y ves una relación y como estábamos conectados, sin saberlo, por la realidad que nos tocaba vivir, y había un enemigo en común. A mí en Argentina me metían preso innumerables veces, solo por tener el pelo largo y tocar rock, no por hacer nada. Ni por drogas, ni por un tema político, sino por tener el pelo largo que ya eras considerado un elemento subversivo.
¿Por eso te fuiste?
Por eso me fui en el 68 porque ya no aguantaba más y porque estaba muy peligroso. Hay miles de personas que desaparecieron y hoy en día todavía seguimos buscando nietos.
Si eso no hubiera sido así, ¿tu focalización en el rock argentino hubiera sido distinta?
Tuve la suerte de participar en algo que fue muy importante en el 81. Hice un disco que se llama Santaolalla, mi apellido, y que es considerado por muchos como el disco que abrió la modernidad. Yo ya estaba en Estados Unidos tocando punk y new wave. Yo me quedé decepcionado con la escena de Estados Unidos, aquello contracultural de los años 60 se había perdido. El rock era totalmente una cosa corporativa con grupos como Kansas, Boston, pero mientras tanto estamos los Ramones, Sex Pistols que estaban saliendo y dije, en esta me monto. Cuando volví a Argentina también se había empezado a corporizar el rock, siempre con nuestras diferencias de las realidades, pero pasaba lo mismo.
Pero, ¿cuál es tu tierra ahora: Estados Unidos o Argentina?
La tierra. De hecho, estoy haciendo ahora dos cosas con la NASA. Fui como sumando identidades y edades. No me gusta perder ni al niño, ni al joven y me gusta la experiencia, pero me gusta mucho la inexperiencia también, sus frutos son muy valiosos también y, por eso, me gusta mucho trabajar con gente joven.
Esa escena de rock ¿en qué lugar queda en unos tiempos en los que impera el urban latino?
Esto ha pasado muchas veces en la historia, no quiere decir que esta vez no sea distinto, pero he escuchado ‘el rock ha muerto’ tantas veces desde hace 50 años. Es una energía, por eso en la época de Woodstock coexistían en un mismo escenario Jimi Hendrix con Donovan, y todo era rock. Se convirtió en el folklore de los jóvenes del mundo, en una música que con la energía y conceptualmente, servía como plataforma para que los jóvenes expresen su visión y su disconformidad. Y eso siempre va a existir. Y si miras reportajes de grandes artistas urbanos, cuando les preguntan sus influencias, la mayoría de los grandes mencionan el rock. Dentro de la música urbana hay rock, en muchos casos, existe esa energía. No es algo terminado. El rock, como el mundo, está en cuarentena y que la vacuna viene de Latinoamérica y tiene perfume de mujer.
¿Confirmas que el reguetón es el nuevo pop?
El reguetón es un ritmo super contagioso que ha encontrado su lugar en la escena internacional, como lo encontró el reggae, como lo encontró el ska. Son ritmos que no son los típicos ritmos que vienen del mundo anglo, pero que han sido abrazados y vas a encontrar en múltiples canciones. El reguetón es una cosa muy contagiosa, ritmos que se toman. No creo que se pueda decir que, es el nuevo pop, es un ritmo que es utilizado por el pop como otros que también se han incorporado, que vienen de otros mundos.
Destacan artistas emergentes argentinos como Nathy Peluso o Bizarrap, ¿qué te parece esta nueva escena?
Me encanta y, de hecho, Bajofondo estamos haciendo ahora una colaboración con un artista de trap, de los mejores que hay en Argentina. No te puedo decir nada porque creo que todavía no te puedo decir nada, pero es un artista de 21 años, de trap y estamos haciendo algo que tiene que ver con nuestra identidad rioplatense. A mí encantan. Para mí la música se divide en dos categorías, buena o mala. No existen los géneros malos de música. Hay música clásica buena y hay música clásica mala. Hay música alternativa muy buena, pero toda la música por ser alternativa no tiene por qué ser buena, hay música alternativa que es horrible.
Hablando de artistas urbanos, el otro día hablaba con Mala Rodríguez. ¿Entendiste su negativa a tenerte como productor hace ya muchos años?
Adoro a La Mala y la conozco desde el principio, principio. Soy fan de ella y la quiero mucho. He tenido la oportunidad de trabajar con ella, hizo algo con Bajofondo. Por supuesto que lo entendí, estaba en un momento muy difícil de su vida por distintos motivos. Es muy avanzada a su tiempo, es una abanderada de los grandes cambios que vienen ocurriendo estos años en el mundo y de la percepción de la mujer. Ella es una abanderada desde el primer momento, ahora ya es casi una moda.
Hablando de esa percepción de la mujer en la escena de hoy en día, en el tema urbano cada vez hay más mujeres, ¿en el tema del rock?
Es una cuenta pendiente. El rock sufre una misoginia aguda también, ha sufrido. No en todos los casos, pero hay una porción que es totalmente machista, ridícula, machirula, espantosa, donde las mujeres se han tenido que abrir paso a codazos para hacer cosas, pero en lo personal me atraen mucho ciertas mujeres haciendo rock, de una Chrissie Hynde a una Joni Mitchell. He trabajado con Julieta Venegas, Juana Molina, Erika García… he trabajado con mujeres porque me encanta.
Cristina Zavala
Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...