Álvaro Urquijo: ¿Por qué voy a negar que Los Secretos somos lo que somos gracias a las canciones de Enrique?
Hablamos con él de una historia con drogas, muertes, egos... pero también amor y talento
Los Secretos nunca ha sido un grupo de éxito. Puede sonar extraño y, pero sin nos centramos en ventas, no podemos decir que sea un grupo de cifras millonarias pese a que cueste encontrar a alguien que no conozca alguna de sus canciones.
Lo que sí ha sido es un grupo constante que ha sabido sobreponerse a las muchas desgracias que han ido marcando su historia. Desde la muerte de Canito una Nochevieja hasta la de Enrique Urquijo.
Se ha hablado y mucho de aquel suceso en el que el hermano de Álvaro Urquijo fue encontrado sin vida en un portal de Madrid. Siempre han sobrevolado las drogas en esta historia, pero eso es una visión muy parcial de lo que ocurrió.
Su hermano rescata los recuerdos de familia y de grupo para recrear su historia en un libro biográfico, Siempre hay un precio, donde expresa el amor que sentía por su hermano, pero también los momentos duros que vivió debido a su enfermedad.
No edulcora una historia en la que hay drogas, muertes, egos, desaires y rivalidades, pero en la que también había amor, risas, talento y mucha comprensión. No es la primera vez que se cuenta la historia de Los Secretos, pero sí la primera vez que se hace en primera persona.
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¿Qué ha pasado para que ahora y no antes, te hayas decidido a contar la historia de Los Secretos?
Se han juntado dos cosas. Primero, con la pandemia en 2020 tuve el tiempo suficiente como para la llevar la cuenta de que hacía 40 años que no estaba tanto tiempo en mi casa seguido y empecé a reunir información porque había habido mucha hemeroteca, muchas entrevistas, que habían sacado de contexto frases que no se habían aclarado. En las entrevistas por el último trabajo parecía como que nuestra carrera había sido muy lineal y, todo lo contrario, no habíamos tenido nunca un éxito notable, nuestras canciones habían navegado por carreteras secundarias y por rutas alternativas para llegar a la popularidad y no por el camino recto del triunfo y de las listas y quería explicar un poco nuestra historia tal y como la recuerdo. Quería explicar que esas carreras nunca son rectas que, en nuestro caso, ha habido muchísimos baches, unas veces provocados por nosotros y otros por la mala suerte y la tragedia, pero ha sido una historia de superación y creía que era interesante ponerla sobre blanco. Me parecía importante que al que le interesara supiera la verdad de primera mano.
¿Y qué sensaciones te ha dejado esa revisión de tu pasado?
Al final, cuando haces una revisión de tu memoria te das cuenta de que eres insignificante, que lo que eres, has llegado a ser o lo que hemos sido con nuestra música no ha dependido de nosotros, ni siquiera de la industria musical, ni de los medios de comunicación. Hay un elemento importantísimo que mucha gente se olvida de él que es el cariño del público quien te dice cuánto va a durar tu carrera o qué canciones van a ser éxito y cuáles no. He aprendido a respetar, ser humilde y darme cuenta de que si estamos donde estamos no es porque seamos dioses.
Más de 40 años de carrera, pocos pueden decir lo mismo.
Yo veo a mi hija y sus amigas que son más jóvenes que la media porque yo fui padre tardío, tiene 19 años veo que, para muchas de su generación, una canción de hace cuatro o cinco meses es pasado absoluto. Me llamaban antiguo porque les puse una selección musical en la Navidad de 2014 que hice con todo mi amor y me dijeron, ‘qué antiguo eres papá’. Se giraron el cuello como la niña del exorcista, mi hija una de ellas, su prima y dos vecinas, con la canción Get Lucky de Daft Punk que solo tenía unos meses y la consideraban vieja. ¿Entonces tu padre que es? Ese concepto de la inmediatez nos lo hemos saltado, es como que nuestras canciones por sí solas tuvieran cierta capacidad de cruzar esas modas, tendencias.
Ningún éxito abrumador, pero sí constante.
He conocido gente que ha tenido éxito, que eran muy buenos, y que luego, por esas expectativas inmediatas de ‘hemos vendido tanto de este disco, vamos a sacar otro a ver si vendemos lo mismo para seguir ganando dinero’ y ¿qué ha pasado? Que al chaval o chavales en cuestión les han metido tanta presión que se han peleado entre ellos, que han tenido un desfase porque les han metido un palo de impuestos porque no habían ganado tanto dinero en un año en su vida, no han tenido tiempo para escribir otros temas, se han desmotivado porque la motivación que les hizo hacer ese disco ahora se había convertido en un negocio… Muchas veces tener mucho éxito es más perjudicial que tener un éxito moderado porque te da libertad. Lo he hablado con MClan, con Amaral, con gente así, de cuidado con tener un nº1 porque se vuelve en tu contra.
La lectura me ha dejado la idea de lo difícil que fue tener un hermano como Enrique Urquijo.
Lo que yo quería dejar claro es que él era muy consciente de que tenía un problema, llamémosle enfermedad, que parece como si estuvieran estigmatizadas las enfermedades mentales. Puedes tener una gripe del copón e ir contagiando a todo el mundo, pero tener bipolaridad o ser un tío muy depresivo es algo estigmatizante. Con el tiempo lo hemos ido averiguando. En su día, cuando tienes un problema y lo cubres con sustancias, nunca se sabe cuál es el original y si tienes un problema y lo intentas tratar con sustancias, entonces tienes dos problemas. Quería dejar claro que luchó contra él mismo y su otro yo, su alter ego malo, por así decirlo, pero dentro de lo que cabe tuvo una lucidez brutal y aguantó muy bien 20 años haciendo grandísimas canciones. Hacer hincapié, también, en que a veces, las propias medicinas que te dan los médicos son también drogas, el alcohol es un tóxico que hace mucho daño a la sociedad. Estoy convencido de que detrás de muchos casos de violencia de género hay muchas sustancias que en algunos casos son legales. Sí era difícil, pero cuando tienes un hermano que es tu compañero, que es tu socio, tu compañero de cuarto, tu compañero de viaje, atraviesa esa frontera de la hermandad y te conviertes en su cuidador, su guardaespaldas, su enfermero y lo hago con todo el amor y el cariño del mundo porque yo sufría mucho si mi hermano estaba mal. Sabía que dentro de ese hermano que estaba mal había alguien que estaba sufriendo, que era una bellísima persona, que era muy frágil y muy sensible. Pero tuvo momentos maravillosos, yo me reído con mi hermano como con nadie.
Se ha hablado mucho de tu hermano y sus problemas.
Muchas veces la información que te llega se junta toda y se entra en estereotipos que la gente asimila. A mí me decía un taxista, ‘ah, usted es el hermano del de la sobredosis, ¿no?’. O leer cosas en el periódico cuando pasaron dos meses por cuestiones policiales hasta que tuvimos un resultado de la autopsia y se supo en realidad cómo murió y la gente ya había escrito ríos de tinta haciéndose su película. Si miras en la hemeroteca pocos artículos verás de conciertos horrorosos en los que se hubiera caído, no, no, tuvimos una carrera bastante digna pese a todo y el final me dejó una grieta en el pecho de dolor. Las circunstancias que rodearon su muerte, y el accidente que fue y las circunstancias acumuladas que llegaron a eso no se correspondía con la trayectoria de talento, de éxito y de lucha.
De todas formas, parece que hablar de drogas y Los secretos nos lleva a Enrique, lo cierto es que en el libro reconoces que era un problema que teníais los tres hermanos.
Lo digo en las primeras páginas del libro. Ojalá alguien nos hubiera advertido, ojalá hubiéramos tenido más madurez y no hubiéramos sido tan inocentes y tan buenas personas de creer que con eso no pasaba nada. No teníamos la sensación de que estábamos haciendo algo malo. Sí es verdad que los 80 fueron un descontrol no en España solo, en todo el mundo. Nosotros, al tropezar muy prontito con esa piedra nos dimos muy pronto cuenta de la mierda que era y nuestra dedicación fue a luchar contra ello en la manera que podíamos. Primero Enrique luchando contra sí mismo, su otro yo malvado y, por otro lado, todos los demás, luchando por salir de ese infierno que yo creo que salí prontísimo porque era muy joven y era bastante sensato para lo pardillo que era. Nos faltó información, formación y que estábamos en un país un poco en pañales en cuanto a libertades. Se pagó mucho el pato y hubo mucha gente que no salió de esa época y es tristísimo.
Reconoces en el libro que cediste mucho, incluso en lo musical cuando participabas en canciones que luego no firmabas.
Y podía trabajar una canción de arriba abajo, con un riff de guitarra super reconocible como puede ser el de Déjame, esa guitarra que todo el mundo oía y decía ‘esta canción ya la conozco’, pero en realidad, lo que cuenta como autoría es la melodía y la letra. Otra cosa es que yo ayudara a que eso se llevar a cabo y no apareciera en los créditos, pero nunca me quejé a mi hermano por eso ni me quejo ahora, lo pongo en conocimiento para que la gente sepa que detrás del genio había unos tíos como Jesús Redondo o yo que estábamos arropándole y haciendo una parte importante del trabajo del grupo. Mi hermano era incapaz de decirme cómo tenía que tocar la guitarra porque yo la tocaba, él no. Yo hablo de eso porque entre hermanos pasan cosas porque si una canción a medio terminar, va tu hermano y la misma canción le cambia la melodía y le pone una letra nueva, ahora y dice ‘ahora esta canción es mía’ entonces era como ‘pero tío, qué morro tienes’. ‘Pues haberla terminado tú’, me decía él.
Pero en el libro en algún momento reconoces que no te sentías lo suficientemente valorado.
Mi intención con el libro era transmitir la idea de que, aunque yo no me sintiera valorado yo seguía ahí y encantado de la vida. Era el jefe, el líder y mi hermano mayor, tenía dos años más que yo y ya estaba acostumbrado a que tomara las decisiones. En ese sentido nunca me he quejado porque siempre lo hice con buen gusto y no peleamos por ese liderato nunca, muy al contrario.
De todas formas, si tú te hubieras plantado y reivindicado ciertas cosas, todo hubiera sido diferente, ¿no?
Pero entonces el grupo se hubiera ido a la porra. Yo si hubiera tenido esa actitud con mi hermano, ¿qué hubiéramos hecho?, pues separarnos y no hubiera habido Secretos. Y si mi hermano Enrique no hubiera tenido el apoyo de ese grupo que le ayudaba a sacar las canciones y que es las ponías super bien vestiditas y armadas, sin nada de esfuerzo porque cada uno sabía lo que tenía que aportar… no es que yo sea de una manera especial, hay que saber dónde estás y ser humilde. En el año 99 y antes de morir me dijo ‘tío, es que me he equivocado porque el disco en solitario se vende menos que cualquiera de Los Secretos, no me contratan’. Y le dije, ‘¿ves, no te has dado cuenta de que crear una marca, una identidad musical es muy complicado?’. Tenía que pagar una hipoteca, tenía que pagar el colegio a su hija, y se había dado cuenta de que echaba de menos el funcionamiento de Los Secretos que siempre ha seguido adelante. La gente siempre había estado de nuestro lado y mi hermano se dio cuenta de lo que significaba el grupo. Y cuando fallece, claramente estábamos en eso. Hemos pasado por todas las fases que tiene que pasar un grupo: la ruina, el éxito, la lucha de egos y al final la redención. Lo que pasa es que un accidente lo truncó todo.
Ha pasado mucho tiempo, pero sigues teniendo muy presente a tu hermano.
Cuando hablo de él y lo he recordado para este libro, los homenajes, el cantar sus canciones, tengo más presente que nunca a mi hermano. Además, tengo una sobrina adorable, y cada concierto que damos sé que una parte de la taquilla se va para ella, entonces lo hago con orgullo. ¿Por qué voy a negar que Los Secretos somos lo que somos gracias a las canciones de Enrique? ¿Es que tengo que enterrar eso? No, no, todo lo contrario. Si hay alguien que puede defender en un escenario la obra de mi hermano y potenciarla, aquí estamos para ello. Si se beneficia mi sobrina, bien, si se beneficia la discográfica, qué se le va a hacer, pero eso hará que puedan invertir en ti en un futuro. Pero nunca ha sido el dinero nuestra premisa sino el arte. Nunca ha sido la fama nuestro objetivo.
No sé si tu padre lo entendió siempre.
A mi padre le adoro, aunque no esté con nosotros, lo adoraba y lo adoré en su día, pero mi padre, el pobre, cuando vio que nos dedicábamos a la música nos dijo, ‘pero, ¿eso qué eso?’. Había un salto generacional. Yo entiendo que si en los ‘60 si los hijos de alguien quería ser músico tenía como referentes a Los Brincos, Los Pasos, Los Pekenikes, están tocando y han tenido una vida de éxito. Pero al final de los ’70 había solistas tipo Nino Bravo o Raphael o Camilo Sesto y había muy pocas referencias. Lo que teníamos más cerca era Tequila, por un año de diferencia, porque no son mucho más mayores que nosotros. También íbamos a ver a Burning, Asfalto… todo lo que había por ahí nos lo comíamos. La música a mi padre le parecía algo maravilloso y quería que nos gustara, lo consiguió y luego no fue capaz de ayudarnos. Ahora yo he visto padres en la tienda donde llevo mis instrumentos a arreglar, comprando instrumentos a sus hijos y digo, ‘jo, qué envidia’. Padres que pagan por un disco para sus hijos y padres de mi quinta que me envían vídeos de sus hijos porque creen que van a ser artistas. Cómo ha cambiado desde que le dijimos a mi padre que no íbamos de veraneo porque teníamos que hacer canciones y se enfadó muchísimo a ahora que los padres llevan a sus hijos a La voz kids.
Cristina Zavala
Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...