Especial
Alice Kellen: Duelo, amor romántico o exigencias de la sociedad están presentes en ‘El mapa de los anhelos’
El fenómeno Alice Kellen cada vez tiene más adeptos e intentamos averiguar por qué
Cualquiera que se haya acercado mínimamente a la literatura romántica habrá oído de sobra el nombre de Alice Kellen. En poco tiempo se ha convertido en uno de los nombres imprescindibles del género y las colas kilométricas de sus firmas son testigo de la gran aceptación que tiene entre el público.
Su última novela, El mapa de los anhelos, vuelve a ser un ejemplo del gran cambio que ha experimentado este tipo de literatura en los últimos años. Huye de esos clichés antiguos de amor romántico donde las jóvenes débiles suspiran por los chicos fuertes que llegan a salvarlas y dar un sentido a su vida.
No, ella tiene mujeres que entienden que no son perfectas, pero están en el camino de descubrirse y encontrar su sitio. Mujeres reales que viven el amor con libertad y otras perspectivas menos arcaicas. Pero más allá de eso, son mujeres que cuestionan los estándares y que comparten sus debilidades para buscar sus fortalezas.
De ahí que en esta última historia plantee temas como el duelo, la amistad, el sufrimiento de una familia ante la pérdida, la rebeldía ante las exigencias cada vez mayores de la sociedad y la reivindicación de una mayor atención a la salud mental. Y de todo eso hemos querido hablar con ella que, como nos tiene acostumbrados, se muestra, reflexiva, tranquila, empática, cercana y con ganas para defender una novela que tiene muchas cosas que ofrecer.
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Nací para salvar a mi hermana”. Así de entrada es una frase brutal, ¿de dónde surgió la idea?
Hace muchos años mi madre trabajó en oncología pediátrica y tuvo algún caso de estos, de padres que buscan otro bebé para poder hacer un trasplante de las células del cordón umbilical y se me quedó grabado. Me pareció muy fuerte en ese momento que están viviendo, ponerse a buscar e intentar de esa manera, salvar al hijo. Años después, estuve dándole vueltas a una idea que nació con esta premisa y me faltan las piezas pequeñitas que son las que sirven para soldar una historia. Esos detalles que son los que conducen del punto A al punto B y estuvo en un cajón bastantes años hasta que la volví a echar un vistazo el año pasado y entonces todo me encajó.
- SINOPSIS
Normalmente te hemos encasillado en la novela romántica, no sé si esta tiene más de drama, ¿no?
Hay que decir que casi todas mis novelas tienen bastante drama. Yo creo que las lectoras están temblando cuando saco nuevo libro porque me gusta sufrir como lectora y como autora. En este caso es una novela más familiar. Hay una historia de amor que es importante, pero se habla de muchos temas. Hay historias secundarias que tienen su importancia y su papel y es como un viaje.
Decías que tu madre trabajó en oncología pediátrica, ¿qué dijo cuando le comentaste de qué iba tu nueva historia?
Ella sabía que a mí era algo que siempre me había llamado mucho la atención porque siempre le preguntaba mucho por el tema. Y bien porque me ayudó y todavía tenía algunas compañeras que se leyeron y me corrigieron alguna cosilla y está bien tener a alguien cercano que te eche una mano en las cosas más técnicas.
Lo del duelo es un tema complicado porque no siempre sabemos cómo enfrentarnos a él, ¿es un tema que te preocupa especialmente?
Pienso muchísimo en la muerte, no tanto en mi muerte, que sí, sino si les pasa algo a mis hijos, a mis seres queridos, es algo que tengo super presente. Aparte creo que sí es verdad que tenemos que vivir el dolor de manera diferente, al final es algo educativo. No hay que rehuirlo, ni verlo como algo tabú que te da tanto miedo que prefieres no hablar del tema. Al final es una emoción más y se debería educar desde que los niños son pequeños. Hay cosas que a veces nos duelen y no pasa nada y está bien que nos duela y aprender a coger esas emociones dentro de que obviamente todos queremos ser felices y no estar pasándolo mal. El tema del duelo me llama la atención porque es como que nadie te dice nada. La primera vez que se te muere alguien es como un choque. Yo es algo que no había hablado nunca con mis padres y de pronto te pasa y es como ‘vamos a ver, a mí nadie me había hablado de esto’, y es algo que todos vamos a vivir en algún momento.
Tú tratas cómo afecta la muerte de alguien joven a la familia, ¿se puede llegar a superar?
Más que superarlo que como indica la palabra es como que consigues pasarlo y seguir y en cierto sentido sí, pero creo que tienes que aprender a vivir con ello, como tienes que aprender a vivir con todo tipo de emociones, las buenas, las malas, eso es la vida. La vida no solo es la felicidad y los buenos momentos. A veces de golpes se sacan cosas buenas también, te hacen reaccionar o te recuerdan lo efímero que es todo, o te hacen replantearte tu vida. Alguien me dijo una vez en una entrevista que solo aprendemos de los malos momentos y es verdad. Es muy difícil aprender de la felicidad plena.
Leyendo tu novela me venía a la cabeza Diferente, de Eloy Moreno, y me preguntaba, ¿por qué estas personas que sufren estas enfermedades terminales son tan buenas persona
Sí, es verdad. Conozco mucha gente que son muy malos enfermos, gente que cuando le toca ingresar en un hospital dices ‘Dios mío, que no te pase nada porque es insufrible estar acompañándote en este momento’. Quizás es porque las tramas no giran en torno a las personas que están enfermas porque habría que darles más importancia o más peso. Pero sí es verdad que he conocido a gente que con todo lo que les ha tocado son más positivas que yo. Cuando estás en una situación así desde que eres muy pequeño es normal como tener esas ganas de vivir o al menos envidiar a la gente que tiene esa posibilidad.
Al final es una historia de amor, pero, sobre todo, de amor a una misma, ¿por qué cuesta tanto querernos?
Yo creo que vivimos en una sociedad en la que hay mucho ruido. Tenemos muchos estímulos externos que van calando desde que somos muy pequeñas. Si te paras a analizar, desde que eres una niña, hablo sobre todo de mi generación, veías los dibujos animados y las chicas ya eran perfectas, guapas y maravillosas y creces viendo eso. Y vivimos en una sociedad que exige que siempre des más de ti misma, que produzcas, que tengas más metas, que no te conformes, que sigas y, a veces, como que se embrolla todo y llega un punto en el que te ves como que no eres suficiente. Es muy fácil sentir que no eres suficiente y más cuando te comparas y, hoy en día, con las redes sociales es otro mundo que casi ni lo toco porque da vértigo lo que puedes sentir si abres esa ventana. Se junta todo esto y por mucho que te digan ‘quiérete, quiérete, quiérete’, no es fácil ni siquiera hacer el ejercicio de conocerte. Al vivir tan rápido y acelerados hemos perdido la sensación de reflexión, parar y vivir más hacia dentro, no tanto hacia fuera, hacia siempre mostrar y estar esperando y buscando.
Hablando de todo esto de las redes sociales y esa búsqueda de la perfección, ¿no crees que cada vez empezamos a encontrar más belleza en cuerpos con cicatrices, estrías, axilas con depilar… como tu prota?
Empezamos a hacerlo y tenemos que hacerlo porque es la realidad. Esa belleza es la realidad, lo que pasa es que estamos tan acostumbrados a que la belleza sea algo que realmente no existe que vemos casi como la excepción cuando alguien sube una foto en Instagram en la que se le vean las estrías, casi nos parece alucinante. Nos fascinan estas pequeñas dosis de realidad. En ese sentido sí que es cierto que hay una generación más joven que viene pisando muy fuerte en estos temas. No ha sido así en la mía y creo que es interesantes que haya veces que una herramienta que en teoría se use para todo lo contrario, se empiece a dar la vuelta y empiece a usarse para otras cosas. Creo que se enriquece un poco.
Hablando de esas presiones o exigencias que nos marca esta sociedad en la que vivimos que va tan acelerada, una de ellas tiene que ver con saber muy pronto a qué queremos dedicar nuestra vida y qué queremos ser. Eso también lo sufre tu prota.
Es algo que a mí me agobiaba muchísimo cuando yo era más joven. Yo quería ser muchas cosas: cocinera, arqueóloga, cocinera, historiadora del arte, pintora… mil cosas. Es muy difícil a los 18 años tomar una decisión de lo que quieres ser y parece que tienes que seguir el camino recto. Hay veces que te apetece estudiar algo, pero no te apetece ejercer de eso. Me acuerdo que me sentía en esa tesitura de decir, ‘Dios mío, tengo que decidir ahora mismo lo que quiero hacer los próximos 50 años de mi vida, es angustioso’. En ese sentido también se ha abierto mucho todo, el mundo digital ofrece muchas posibilidades que antes no existían. Es alucinante poder meterte en IG y ver el trabajo y poder ver el trabajo que está haciendo una chica que hace cerámica en Australia. A mí me choca cuando te das cuenta de la cantidad de gente con mucho talento que se sale un poco de lo que en generaciones anteriores eran trabajos más concretos. Cuando yo decía que quería escribir me miraban con cara de decir, ‘¿a esta chica qué le pasa?’. Estamos más abiertos a cambiar. Antes decías que querías ser abogado y ya toda tu vida querías ser abogado y ahora no da tanto miedo el rehacerte. Lo que angustia es tomar una decisión y pensar que tiene que ser para siempre.
Otro tema que sacas en el libro es el de la invisibilidad, el que alguien pueda llegar a sentirse que es invisible, ¿te ha pasado?
Para mí no es un problema la invisibilidad. Sobre todo, cuando era jovencita, me gustaría pasar desapercibida, la típica persona que si se puede escabullir mejor. Pero hay veces que quieres decir algo o que tienes algo que decir y te gustaría que te escuchara el mundo y no consigues de encontrar la manera de que te presten esa atención, a veces es un poco frustrante. Hoy en día nos cuesta incluso con la gente que tenemos cercana, dedicarles verdadero tiempo, a la gente mayor, a los niños, estar, escucharlos y hacerles caso, aunque no sea lo más interesantes. Estar atentos y no estar con el móvil. Es un tipo de soledad un poco triste porque no es elegida.
Tu historia recoge otro de los temas recurrentes en los últimos años que es el cuidado de la salud mental, cada vez hay menos prejuicios de estos temas, ¿has notado ese cambio?
Sí, yo creo que sí. Hay gente a la que todavía le cuesta, pero como todo, al final es una cuestión educativa y depende de lo que a una persona le hayan enseñado. Hay gente que sigue sin entender lo que es la depresión o la ansiedad, hay gente que sigue pensando que alguien está triste porque quiere. Es una cuestión de aprendizaje y la sociedad nos está ayudando a hablarlo y a veces, incluso, a deconstruirte tú de cosas que a lo mejor has pensado, pero no conoces a fondo porque no has estado inmerso en esa situación y está bien leer cada vez más artículos y conocer a gente que cuenta su experiencia porque de alguna manera puedes empezar a entenderlo.
Está presente el tema de las auras, ¿crees en ellas más allá del recurso literario tan agradecido que supone una temática como esta?
Es un recurso literario, no creo que en esas cosas. La protagonista tiene también un punto infantil. Hay algo ahí que no ha aprendido del todo. Es una persona muy extrema. Piensa cosas que podrían ser más maduras de lo que se supone a su edad, pero luego tiene puntos un poco como de niña.
La novela refleja tu amor por las palabras, nos descubres algunas en las que no habíamos reparado, ¿de dónde te viene ese amor?
Me pasa que cuando leo un libro y veo una palabra que no conozco me la apunto porque tengo muy mala memoria y siempre intento tenerlas en algún sitio por si las repaso. Me parece muy interesante porque tenemos tanto vocabulario en castellano que es alucinante que a lo largo de mi vida no he escuchado palabras en mi propio idioma y eso me llama la atención.
Vamos a hablar de música, ya sabemos que siempre tiene algún peso en tu literatura, aunque aquí has bajado un poco…
Sí, ya no quiero ser pesada con el tema de la música. Veníamos de una novela ambientada en la movida madrileña que era super musical. Baja un poco. Aun así, siempre escucho canciones mientras escribo y he dejado la lista de reproducción de la novela en Spotify para quien la quiera escuchar. Ya que la hago para mí, siempre me hace ilusión compartirla.
¿Qué tiene esa playlist?
Hay canciones super antiguas y hay canciones de ahora. hay canciones de Olivia Rodrigo, hay de todo. Yo creo que es lo que a veces me viene por una escena. Por ejemplo, me imagino a la protagonista viniendo en bicicleta que es la primera canción y me imagino la música de fondo. Me lo imagino todo muy cinematográfico y entonces yo le pongo mi banda sonora.
Lo que sí has hecho es mencionar el título de algunas canciones, pero sin decir de quién son. ¿Esto es para poner a prueba el conocimiento musical de los lectores?
Hay veces que dudas porque a lo mejor estás narrando y queda muy explicativo cuando pones, ‘suena la canción tal de no sé quién’. Es como que pierde naturalidad y a veces dudo sobre si aclarar o no porque parece que le esté hablando al lector y entonces digo, pues que la busquen.
Aparece Don’t forget about me de Cloves de la banda sonora de Yo antes de ti. ¿Tu guiño al cine romántico?
Esta canción me la pasó mi editora cuando estaba leyendo la novela y me dijo ‘he escuchado esta canción en el tren y me he acordado de Grace y Will y me hace pensar un montón en ellos’ y me la pasó y la escuché y dije, ‘ah, pues sí’. Luego la escuché mientras iba corrigiendo y la dejé. A veces los lectores me mandan canciones de las que se han acordado leyendo alguna escena y eso me hace gracia.
Me he quedado una frase: “Un beso es como una canción de rock”. En estos tiempos muchos pensarán que más bien como una canción de reguetón.
Nooooo. Es verdad que escucho poco la música actual, la de las listas. Me cuesta un poco más. El tema del reguetón me gusta cuando voy en el coche cantando y ya está. En casa no me lo voy a poner para escribir, no he encontrado yo el punto, a lo mejor es un tema mío.
¿Qué canción pondrías como tema central de la banda sonora de la novela?
La que decías antes o había una de Maneskin, el grupo este italiano que lo escuché bastante. También algo de piano que hay mucho en esta novela.
Mapa de los anhelos, ¿has trazado ya el tuyo propio?
No, yo creo que consiste en dejarte fluir un poco y más que nada, no olvidar esas cosas que te hacen feliz o que para ti son la belleza o que a ti te despiertan algo y te resultan inspiradoras. Seguir una ruta que sea agradable de recorrer dentro de los desvíos o los baches.
Qué fácil sería todo si pudiéramos guiar nuestra vida con un mapa, ¿no?
Realmente le da las claves, pero las decisiones tienen que partir de ella. Es una manera como de que despierte, de que sea capaz de tomar sus decisiones.
¿Qué te gusta de Will y qué te gusta de Grace?
Lo que más me gusta de Grace es que es una persona muy transparente que se deja ver, no engaña al lector en ningún momento. Tiene sus peculiaridades, pero dentro de eso, ella me gusta. Will es complicado y me gusta que en el fondo es una persona que sabe arrepentirse y que es compasivo y que en el fondo me parece que hay ternura en él.
Te cae mejor ella, ¿eh?
Esto siempre pasa. Siempre nos van a gustar más los personajes que no han cometido tantos errores.
Tus cifras de ventas marean, ¿qué dirías a los que todavía siguen diciendo que los jóvenes no leen?
No es verdad, la gente joven, sobre todo a raíz de la pandemia lee muchísimo, van a muchas firmas, hay una comunidad enorme en redes de chicos y chicas a los que les gusta compartir sus lecturas y les gusta hablar de libros y han encontrado en esa red algo con lo que crear vínculos y es algo muy sano. A mí me habría encantado cuando era más joven tener esa comunidad de gente hablando de mis novelas favoritas.
Tu comunidad en redes sociales cada vez crece más, ¿te influye de alguna manera en tus historias?
No porque hay cosas que sabes que a las lectoras o lectores no les van a gustar, personajes más imperfectos que siempre va a costar más que encajen. O los finales, les gusta que estén muy cerrados. Que les cuentes lo que pasa diez años después, pero es que no puedo. Cuando escribo un final ya sé que me van a decir que les hubiese gustado un final más cerrado, más desarrollado, pero es que a mí me gustan los finales así y soy incapaz de hacer algo que a mí no me enamore primero.
Tú ya eres madre, ¿cuándo lo serán tus protagonistas?
A lo mejor pronto le toca a este tema. Tengo ganas, es verdad. Es como un tema que he tocado algo, pero no he profundizado.
¿Cuánto le debemos a la literatura romántica la apertura de mente cada vez mayor de la gente joven?
Es uno de los géneros que más se ha actualizado, que más ha cambiado. Ofrece mucha diversidad, se rompen muchos tabúes y para la gente joven es importante verse reflejados en historias y muchos momentos. No se valora eso del género. A mí me sorprenden a veces cuando me hablan de las novelas como si fueran de los ’80 y les pregunto si han leído alguna de los últimos años porque hablamos de amor, pero hay mucho más. Como está escrita en su mayoría de mujeres, el papel de las protagonistas femeninas que han tomado las riendas de las novelas y cada vez son más diversas y distintas, y cada una con su voz, es algo que no ha pasado tanto en otros géneros.
¿Qué cara le has puesto a Will y Grace?
Tengo el tablero de Pinterest, pero no me sé los nombres, soy un desastre. No es una cara concreta, porque luego nunca existe en la realidad, pero sí que es algo aproximado a lo que me puedo imaginar. Dar imágenes a veces es inspirador.
¿Para cuándo Netflix?
No lo sé, pero es algo que me da mucho vértigo. ¿Me haría ilusión? Hay días que sí y días que no. Hay días que más vértigo que ilusión. Si consigues como desmarcarte un poco y tomártelo como una aceptación y te coges tu bol de palomitas y lo ves como una lectora más, a lo mejor consigo disfrutarlo si algún día pasa.
¿Qué te gustaría que calara de esta última novela?
Que se queden con la sensación de esperanza. Que cuando llegue a la última página, no sea una sensación triste.
Cristina Zavala
Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...