Especial
¿Cómo y cuánto contamina Internet?
Que no lo veamos no significa que no exista. Internet contamina, y mucho. Te contamos cuánto, cómo y por qué. Y, sobre todo, nos preguntamos qué podemos haer para reducir ese impacto medioambiental.
Seguro que lo has pensado alguna vez: en este mismo instante, miles, millones de correos electrónicos están viajando de un ordenador a otro. Al mismo tiempo, se están descargando gigas y gigas de series, películas y canciones. Se graban audios de WhatsApp. Se generan memes, tuits, vídeos de TikTok. Se guardan archivos y carpetas en la nube. Un flujo invisible y constante de información cuya verdadera dimensión se nos escapa.
Los datos son abrumadores: según un estudio realizado el pasado 2021 por la compañía de servicios en la nube Domo, cada minuto se realizan 5,7 millones de búsquedas en Google, se comparten 240.000 fotos en Facebook y se gastan 283.000 dólares en Amazon. Un volumen gigantesco que, como toda actividad humana, también tiene una huella en el medio ambiente.
Ese impacto podría ser mucho mayor del que se creía inicialmente. Según un estudio realizado en la Universidad de Lancaster (Reino Unido), la actividad de la Red es responsable de hasta el 20% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Las estimaciones más conservadoras hablan de entre 25.000 y 35.000 toneladas de CO2 por día. Y como todo lo que tiene que ver con Internet, va a más: de cara a 2025, se prevé que las emisiones de carbono derivadas del uso de la Red equivalgan al cuarto país con mayor impacto medioambiental, solo por detrás de Estados Unidos, China e India.
¿Cómo se mide este impacto? ¿Hasta qué punto son fiables estos datos? “Como en cualquier tipo de estudio empírico siempre existe un rango de incertidumbre. No obstante, es fácil poder realizar inventarios de los consumos de energía asociados a los diferentes elementos que componen esa red”, explica Adrián Almazán, del área de digitalización de Ecologistas en Acción.
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“La energía es necesaria para la extracción de materiales, para su manufactura y para el ensamblaje de los dispositivos de acceso, por un lado. Pero también es necesario un uso importante de energía para sostener y fabricar las redes que garantizan la conexión a Internet, compuestas fundamentalmente por cables submarinos, terrestres y núcleos de ordenadores interconectados, acompañados todavía de forma preliminar por una red de satélites orbitales”, apunta Adrián.
“Pensemos que los miles de servidores hoy existentes, que es como se llaman esos núcleos, están compuestos por cientos de ordenadores que necesitan funcionar durante 24 horas al día sin sobrecalentarse, lo que implica además un ejercicio de constante refrigeración. Este elemento es muy importante, y está detrás de fenómenos a priori sorprendentes como, por ejemplo, la especulación por terrenos en el norte de Europa para la instalación de estos centros con el fin de disminuir el coste energético. Además no olvidemos que "la nube" de la que dependemos para almacenar archivos, ver series, etc. no es otra cosa más que esta costosa infraestructura”.
La forma más obvia de reducir este impacto ecológico es simplemente reducir nuestro uso y dependencia de Internet
Hay más. “Pensemos también en grandes burbujas como la de las criptomonedas, que han llegado a poner en jaque las instalaciones eléctricas de países enteros que se han visto en la obligación de regularlos o incluso prohibirlos parcialmente", reflexiona Adrián. "A lo anterior todavía tendríamos que sumar los consumos directos de los dispositivos y todos los costes asociados a su desecho, que a día de hoy suele significar básicamente la acumulación de los equipos viejos en países del Sur Global y la quema directa de los mismos para extraer alguna pieza valiosa. En un sistema energético dependiente a nivel global en un 80% de combustibles fósiles, todo lo anterior supone un aumento de las emisiones ya sea en los procesos productivos, en la producción de electricidad o en los procesos de desechos. De ahí que, sinceramente, la estimación del 20% me parezca conservadora y que debamos pensar en un cifra mayor.
Reducir la dependencia
Dicho lo cual, ¿qué puede hacer el ciudadano medio para reducir esta huella que genera su actividad en Internet? “Se suele decir que la única energía 100% limpia es aquella que no se produce y no se consume”, recuerda Adrián. “En ese sentido, la forma más obvia de reducir este impacto ecológico es simplemente reducir nuestro uso y dependencia de Internet. No olvidemos, además, que los impactos ecológicos no son en absoluto los únicos asociados a estos procesos de digitalización de la sociedad. Estamos viendo ya efectos sobre la atención, sobre la educación, sobre la calidad democrática, sobre la capacidad de obtener una información verídica, sobre la salud mental de jóvenes y no tan jóvenes... En mi opinión, es imperativo que a nivel individual tratemos de desacoplar nuestra cotidianidad, nuestras necesidades y nuestros consumos en lo posible de esta mediación digital. No obstante, cualquier posibilidad real de acabar con este marco debe ser necesariamente colectiva y por definición política. Empezando por dar marcha atrás a las enormes cantidades de dinero invertidas en aumentar y profundizar esta dinámica digitalizadora. Pensando exclusivamente a nivel individual probablemente nos sintamos más bien desarmados frente a esta problemática”.
De cara al futuro, y dado que Internet y su uso van a más, parece obvio que esta situación será cada vez más problemática. Así lo cree, también, el portavoz de Ecologistas en Acción. “Estudios anteriores a la pandemia y relativamente conservadores señalaban ya hace cinco años que la tendencia de crecimiento del sector de las TIC era, con diferencia, la más acelerada de todas. La falsa asunción de que digitalizar es equivalente a "ecologizar", "optimizar" o "modernizar" ha hecho que las sociedades de todo el mundo se entreguen de manera acrítica a procesos de digitalización que, en realidad, están suponiendo profundos impactos ecológicos, están generando monopolios de poder económico cada vez más pertubadores (pensemos en Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft y su enorme presencia en cada vez más ámbitos de la vida), dinámicas de autoritarismo político preocupantes y efectos sociales y psicológicos inquietante”.