Especial
Hablamos de música, cine y literatura con La Vecina Rubia: Alice Wonder, Camela, Pereza o Miércoles y Eleven
Sus dos novelas tienen una amplia playlist con mucha música en español
La cuenta atrás para el verano y Contando atardeceres son las dos novelas de La vecina rubia que nos han permitido acercarnos a este personaje que muchos conocemos a través de las redes sociales. Estamos acostumbrados a esa visión optimista y descarada de la vida que comparte con su amplio grupo de amigas que cada día crece más en el plano virtual.
A través de estas novelas hemos podido conocer un poco más a la persona y, aunque no deja claro qué partes de lo que cuenta son reales y cuáles son ficción, su forma de priorizar unas cosas sobre otras nos ayuda a sumergirnos en su día a día, sus valores y su filosofía para enfrentarse a la vida con sus buenos momentos y los no tan buenos.
Habla de primeros amores, de la muerte de su padre, de amores que marcan y, sobre todo, de amistad y es que la familia elegida es un pilar en su vida.
No hemos podido hablar con ella por teléfono no fuera a ser que la reconociéramos, tampoco hemos podido quedar presencial o virtualmente por el mismo motivo, pero sí ha contestado nuestras preguntas vía mail, obviando algunas que ha preferido dejar en blanco. Pero hemos podido ahondar en sus gustos musicales y el papel que juega en su vida.
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Hablas de tus redes como tu chat de amigas, ¿qué opinan de eso las del dramachat?
El Dramachat, por ponerlo en contexto, es un precioso recurso que se desarrolla en ambas novelas, La cuenta atrás para el verano y Contando atardeceres, a través del cual podemos conocer en profundidad a los personajes, su forma de expresarse y cómo se relacionan entre ellas en un espacio privado y único: el suyo. Muchas personas me comentan, cuando acaban los libros, que se han sentido parte de él gracias a poder haberlo vivido tan en primera persona. Viene a sumar a esa idea que intento transmitir con estas novelas en las que, probablemente, comienzas como lectora, pero acabas como amiga. No deja de ser la filosofía que intento transmitir en mis propias redes: un chat de casi tres millones de amigas donde se proyectan grandes ideas cuando nos juntamos, como conseguir 250.000 euros para investigación contra el Alzheimer, ceder nuestros deseos y por supuesto sentirnos acompañadas las unas por las otras.
También introduces el tema de la salud mental. Sara se avergonzaba de ir al psicólogo. Crees que con todo lo que se ha avanzado en estos temas en estos dos últimos años, ¿sentiría lo mismo a día de hoy?
A día de hoy hablar de salud mental sigue siendo tabú en buena parte de la población, aunque cada vez está más normalizado que haya personas que lo hagamos abiertamente, provocando, en cierto modo, y siempre con el respeto que merece el tema, una aceptación o conocimiento del mismo. Ese precisamente es el enfoque que he querido desarrollar en esta segunda novela. Uno de los personajes de Contando atardeceres lo afronta de inicio como un tabú, mientras que el resto de los personajes lo normalizan completamente, favoreciendo esa transición tan necesaria actualmente. Quedan reflejados ambos puntos de vista y el camino que se recorre hasta lograr ser conscientes de la necesidad de que sea abordado con normalidad.
Hablamos de música. En la primera novela veíamos un claro protagonismo de la música que, poco a poco va desapareciendo, pero sigue estando muy presente, ¿pones música para escribir?
Siempre. Encender el ordenador para escribir y poner música es todo uno. No concibo desarrollar este trabajo sin música, desde un piano ligero hasta la propia ambientación que creo estaría sonando en el capítulo al que estoy dando forma en el libro. Me encanta incluso jugar con el contraste y trabajar con música alegre en secuencias eminentemente dramáticas y, al contrario. Jugar con la música en el proceso de la escritura, en mi caso, eleva las descripciones y me ofrece puntos de vista diferentes. También hace que pueda venirme arriba en exceso y cuando releo pienso: “No sé qué canción sonaba en este momento, pero se me ha ido de las manos”.
Por lo que leemos, la música juega un papel muy importante en tu vida. ¿En qué momentos la escuchas más?
Además de hacerlo mientras escribo, cada vez que entro en el coche, es lo primero que hago tras ponerme el cinturón. También por las mañanas para vestirme, mientras desayuno, cuando camino por la calle… Básicamente me acompaña durante todo el día, si bien es cierto que se va adaptando a las emociones de cada momento: animada por la mañana, reflexiva por la tarde, modo karaoke en el coche e inspiradora mientras escribo.
El grupo favorito de tu padre era The Beatles, ¿el tuyo?
Mi padre era muy ecléctico en gustos musicales, igual que yo. Él podía pasar de escuchar ópera a flamenco y de ahí a los Beatles en un aleteo de pestañas. Igual me ocurre a mí, que paso de escuchar a Egon Soda y de paso aprender algo de vocabulario a Love of Lesbian, pasando por Arctic Monkeys, la banda sonora de Los Bridgertony de ahí a Extremoduro. Creo que la vida está compuesta de muchas canciones capaces de hilar nuestra propia historia.
¿Cuál ha sido tu último descubrimiento en este sentido?
Este verano entré en bucle con Alice Wonder.
Dices muy al principio de la saga que “todos tenemos una melodía que nos define”, ¿cómo es la tuya?
Por lo general, de inicio, pausada y armónica. Como una banda sonora que comienza lenta y suave, y luego va creciendo hasta volverse épica.
“Las canciones que te gustan se gritan, no se cantan”, ¿cuál es la que más has gritado?
Esta es idea intrínseca en mis novelas y a sus protagonistas. Si hay una canción que solo es apta para cantar a grito pelado, algo que las protagonistas saben de primera mano, es Princesas de Pereza. Detrás de esta canción subyace un contexto de liberación que recordaré para siempre.
La mayoría de menciones musicales que haces son canciones españolas, ¿es consciente?
Pues la verdad es que no he sido muy consciente de este detalle. Imagino que tiene que ver con los recuerdos de mi infancia y que, al final, siempre resulta más cercano a la hora de expresar tus sentimientos, al menos en aquella época y para las protagonistas, las letras de canciones españolas. Eso no quita que guarde grandes recuerdos, por supuesto, de grandes canciones en otros idiomas.
Hay una canción de Supersubmarina que te une a Javi, ¿qué sientes ahora cuando escuchas la canción?
Nostalgia, pero de la buena, de la que te saca una sonrisa con el recuerdo. Siempre digo que hay canciones que desatan tristezas, alegrías o nostalgias. En ambas novelas intento jugar con este concepto porque, para mí, más allá de la felicidad o el desencanto, me gusta explorar los matices de los sentimientos cuando escribo, aquellos que son más complejos y traducirlos a un orden más profano. Buscar el detalle que represente el sentimiento lo más concreto posible buscando la identificación, al igual que lo hacemos cuando buscamos la canción adecuada para un estado de ánimo.
El asociar canciones a personas, si luego te decepcionan, ¿te hacen aborrecer a esos artistas o canciones?
Hay olores y canciones que siempre van a tener un nombre y apellidos en tu historia. Pueden ir asociadas a un recuerdo que puede ser dulce o amargo, pero el tiempo consigue colocarlos en tu memoria de forma que puedas seguir adelante e incluso desvincularla de un nombre para que vuelva a ser solo tuya. El tiempo lo cura todo.
En cuanto a esto de la canción compartida, ¿cuál es la que tienes con tus amigas?
¡Innumerables! Las canciones van madurando con nosotras. Como dice la teoría de Laux en la segunda novela, Contando atardeceres, todas las canciones en inglés se pueden cantar con un tititititi y un tonight al final de cada frase. Cualquier canción en la que inventamos la letra podría ir unida a mis amigas. Ya lo dice la propia novela: “Cuanto más feliz eres, más te inventas las canciones”.
También dices que las canciones tienen colores, ¿cuál sería el de las canciones urbanas?
Como buena persona sinestésica que soy, no puedo evitar asociar la palabra urbano con el color gris.
En la novela hay escena karaoke con cásicos de la época de nuestros padres, pero, ¿cuál es tu tema estrella en los karaokes?
Camela. Es sonar una de sus canciones y venirme arriba porque sus temas me permiten gritar libre. Nadie puede juzgarte mientras cantas Camela.
¿Y en la ducha?
Tarareo. Más que cantar me gusta entonar en la ducha la canción que tenga en bucle en ese momento.
¿Qué tema pondrías como tema central si estas novelas se convirtieran en serie?
Pues ojalá se pudiesen incorporar todos los que aparecen en las dos novelas. Poder disfrutar en las secuencias de las canciones que han sido descritas en ellas sería maravilloso, ya que supondría ver materializado lo que mi mente ha visualizado. Sin embargo, sí que veo un tema original, completamente creado ad hoc para los créditos iniciales. Esas canciones que marcan una época y que con solo con escuchar unas notas de inicio tu mente te traslada a la serie y por ende a las novelas y su historia.
Dices que hay personajes de libros que te caen mejor que muchas personas… Dime uno, un personaje del que te hayas enamorado últimamente.
Miércoles Adams y Eleven.
¿Tus amigas se enteraron de que eras La vecina rubia tal y como cuentas en el libro?
Personalmente, me encanta no descifrar qué partes son al 100 % reales y al 100 % ficción o si tienen un poco de ambas. Lo bonito es dejar que sea tu imaginación la que haga el trabajo y dejarte llevar. Creo que muchas de las reseñas que recibe la novela van enfocadas en este aspecto, muchas de ellas acaban por hacer tan suya la historia que poco importa si de todo lo que han leído en ella parte fue real y parte ficcionada.
Ahora eres más una marca que una persona, ¿eso que supone para ti?
En ningún caso soy más una marca que una persona. Creo que es muy importante diferenciar a La Vecina Rubia como escritora de La Vecina Rubia como marca. Son distintas facetas de mi vida, como las que podemos tener cualquiera de nosotras. Una mujer puede destacar en la parte profesional y a la misma vez puede disfrutar de su faceta familiar; puede simultanear ambas y que ambas tengan un punto en común o no. En mi caso, todas mis facetas tienen un nexo de unión fundamental: el cariño con el que se afronta cualquier proyecto, ya sea como marca o personalmente como escritora. Hace poco reflexionaba sobre ello en otra entrevista donde se hablaba precisamente sobre el debate de una escritora e influencer como algo irreconciliable, y personalmente me encanta poder alternar ambas facetas y estar orgullosa de las dos. Las novelas pueden tener mucho de la primera (escritora) y algo de la segunda (influencer), pero en ningún caso son incompatibles. Romper con ese tópico y los prejuicios que van unidos a ello es algo a lo que me enfrento y que será un camino largo de abordar, pero la ilusión, la preparación y la solidez con la que afronto ambos trabajos, acabará por hacerse un hueco, de eso estoy segura, porque cuando escribes con el corazón, dedicación y trabajo, ya sea en redes o en mis novelas, toda esa ilusión acaba por mostrarse y contagiar a los demás.
El horóscopo cobra mucha importancia en tu relación con Lucía, ¿qué te depara para el 2023?
Lucía es un personaje maravilloso de las novelas que refleja el carácter más directo de las personas. Ese que siempre se muestra sincero por encima de todas las cosas. Su pasión por los horóscopos es parte de esa personalidad que la conforma. Si tuviera que hablar por boca de ella estoy segura que diría: “Rubia, espero que para este 2023 tengas mucha salud, amistad, amor y tiempo para invitarme a una caña los jueves. Con tapa”.
¿El próximo otoño tendremos la tercera parte?
Todavía no hay una fecha predefinida, pero sí, habrá tercera parte. Creo que somos muchas, entre ellas yo me incluyo, las que estamos deseando saber cómo continúa esta historia, que no es solo mía, es la de todas.
Cristina Zavala
Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...