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Las redes de pesca abandonadas, uno de los problemas más graves del mar
Aunque se habla poco de ellas, las llamadas redes fantasma son una de las principales amenazas para la vida en mares y océanos.
Los mares y océanos lo son todo. O casi todo. Las grandes masas de agua ocupan un 70% de la superficie total del planeta y constituyen más del 90% de su espacio habitable. Bajo el agua viven unas 250.000 especies conocidas. Y junto a la costa, el 40% de la población humana. El océano produce la mayoría de nuestro oxígeno y contiene el 97% del agua del globo. Además, los mares y océanos juegan un papel esencial como reguladores del clima: absorben el 90% del exceso de calor causado por el cambio climático y el 23% de las emisiones de CO2 generadas por el ser humano.
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Pese a ello, llevamos toda la vida utilizando los mares y océanos como vertedero. Una práctica que ha provocado que en torno al 40% de ellos esté gravemente contaminado: combustibles, fertilizantes, residuos varios… y plástico. Mucho plástico. Unas 13 millones de toneladas de este material, difícilmente biodegradable, terminan cada año en el mar, afectando gravemente a la biodiversidad.
Cuando pensamos en ese plástico, a menudo nos vienen a la cabeza los envases y las bolsas que utilizamos en el supermercado: aunque poco a poco van dejando paso a otras reutilizables y la ciudadanía va tomando conciencia sobre los problemas que genera su uso abusivo, su presencia en nuestro día a día sigue siendo masiva. Y sin embargo, la realidad es que los mares están llenos de otro tipo de plásticos relacionados con una actividad muy diferente a ir a la compra: la pesca.
Las denominadas “redes fantasma” son equipos de pesca abandonados, perdidos o arrojados deliberadamente al mar. Fabricados esencialmente en plástico, su presencia en los mares y océanos es masiva. Estudios científicos como el publicado en 2014 por la revista científica Plos One aseguran que las redes fantasma representan hasta el 70% de los macroplásticos flotantes en los vórtices oceánicos. Organizaciones como WWF estiman que cada año acaban en el océano entre 500.000 y un millón de toneladas de redes y artes de pesca.
El daño que causan esos residuos es inmenso. De hecho, las redes de pesca representan el tipo de contaminación más peligrosa para las especies marinas. Según WWF, afectan al 66% de las especies de mamíferos marinos, al 50% de las especies de aves marinas y al 100% de las especies de tortugas marinas, ocasionándoles una muerte lenta y dolorosa. Además, estas redes suponen también una amenaza para los corales y otros organismos sésiles (aquellos que no se desplazan), y entrañan un importante riesgo para la seguridad en la navegación y para otras actividades acuáticas.
“Si bien las consecuencias de los residuos plásticos finalmente están comenzando a recibir la atención que merecen, todavía hay muy poca conciencia sobre el impacto de los equipos fantasma”, declaró en su momento Marco Lambertini, Director General de WWF Internacional. Lo hizo con motivo de la presentación del informe ‘No más redes fantasma: la forma más letal de basura plástica en el océano’, publicado el pasado 2020 con el objetivo de poner coto a este problema.
Propuestas y soluciones
Más de dos años después de la publicación de aquel informe, el riesgo que suponen las redes fantasma sigue sin recibir la atención que merecen. Y sin embargo, existe un plan. Al menos sobre el papel. La Iniciativa Global contra las Redes de Pesca Fantasma, puesta en marcha en 2015, reúne a gobiernos, empresas, la industria pesquera, comunidades académicas y organizaciones no gubernamentales con el objetivo de que en 2030 el tonelaje global de redes fantasma sea igual o menor que la cantidad que el que se recupera, recicla y reutiliza. Una veintena de países se han sumado a la iniciativa.
España fue uno de los últimos en hacerlo, el pasado 2022. Y no se trata de una presencia menor: nuestro país es el que más pesca de la Unión Europea. Según la Comisión Europea, la industria pesquera española es la más grande de la UE respecto al peso de captura y número de personas empleadas en el sector. Después de Portugal, somos el país que más pescado per cápita consume de toda la UE.
¿Las soluciones? Algunas propuestas pasan por marcar los equipos de pesca para poder identificar a su propietario, desarrollar equipos biodegradables, facilitar su reciclaje o fomentar incentivos para que se devuelvan al final de su vida útil. Otras voces, sin embargo, abogan por repensar y dar un giro de 180 grados a nuestra relación con mares y océanos. A la forma que tenemos de explotar sus recursos y utilizarlos como basurero planetario. Al fin y al cabo, nos va la vida en ello.