Colapsismo: la tesis que divide al movimiento ecologista
Aunque coincidan en la necesidad de un cambio urgente, no todos los ecologistas ven el futuro de la misma manera.
Los ecosistemas del planeta atraviesan un momento extremadamente delicado que pone en riesgo la supervivencia de infinidad de especies, incluyendo al propio ser humano. Y ante esa realidad innegable y ampliamente demostrada por la ciencia, urge cambiar nuestra manera de vivir.
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Esa podría ser, a grandes rasgos, la tesis fundamental del movimiento ecologista desde sus orígenes en los años 70 del siglo pasado. Una batalla que ha centrado sus fuerzas en problemáticas como la energía nuclear, el agujero de la capa de ozono o, en los últimos tiempos, la lucha contra el cambio climático. Pero en el marco de esa nueva y necesaria manera de relacionarnos con todo lo que nos rodea, existen importantes diferencias de criterio. Y no son precisamente menores.
Una de las que más opiniones encontradas genera en el seno del propio movimiento ecologista es el llamado colapsismo. Una tesis cuyo planteamiento central es tan claro como contundente: avanzamos con paso firme (para algunos, casi inevitable) hacia un futuro catastrófico, por lo que las medidas de transición a una economía verde son insuficientes para detener fenómenos como el cambio climático. En otras palabras, y como describió de manera muy gráfica en una entrevista en El País uno de sus principales teóricos, el científico y divulgador Antonio Turiel, “nos vamos al carajo”. Una predicción que plasmó en un libro tan recomendable como controvertido para muchos: Petrocalipsis: Crisis energética global y cómo (no) la vamos a solucionar. El título lo dice todo.
Pero, ¿cuáles son los principales argumentos de los colapsistas? En materias como las energías verdes, en las que están puestas buena parte de las esperanzas de cara al mañana, los colapsistas consideran que no es posible realizar una transición completa hacia dicho modelo. “Nadie ha conseguido montar un aerogenerador o un panel fotovoltaico sin que en el proceso de extracción de materiales, fabricación, transporte, instalación o mantenimiento haya acabado interviniendo energía fósil”, explicó Turiel en la citada entrevista. A ello se unen otros problemas como la escasez de algunos materiales imprescindibles para llevar a cabo esa transición verde con éxito, como el litio.
Pisar el freno
Ante ello, ¿cuál es la alternativa? Para los colapsistas, no caben las medias tintas: es hora de apostar por el decrecimiento y por repensar de manera profunda el sistema económico mundial. De echar el freno. De aplicar importantes cambios que afecten al conjunto de la sociedad. Y es que, dado que los recursos son limitados, la adaptación resulta prácticamente imposible en una sociedad y un modelo económico diseñados para el crecimiento indefinido.
En el otro lado del debate, muchos ecologistas consideran que las tesis colapsistas aciertan en el diagnóstico, pero no en las soluciones. Y van más allá: hay quien cree que discursos como el del colapsismo pueden suponer un obstáculo para el desarrollo y la implantación de las energías renovables. Incluso, que pueden resultar contraproducentes: ante un horizonte apocalíptico, cabe la posibilidad de caer en el desánimo y, por tanto, en la inacción. Una actitud que choca frontalmente con el espíritu original de todo ecologista.