El ‘rewilding’ quiere que la naturaleza vuelva a su estado salvaje
El movimiento propone un cambio de paradigma que ayude a reparar el daño hecho por el hombre en los ecosistemas. Te contamos cómo.
El homo sapiens lleva entre 200.000 y 300.000 años poblando la Tierra. Pero ha sido en los últimos compases de nuestra historia, apenas en cuestión de un par de siglos, cuando su presencia ha empezado a resultar realmente devastadora para otras especies. Los datos así lo corroboran: actualmente, y pese a que los seres humanos representan tan solo el 0,01% de toda la vida que existe, el 96% de todos los mamíferos del planeta son humanos y ganado destinado a su consumo. Sólo el 4% son mamíferos salvajes.
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Con el objetivo de volver a reequilibrar esa situación, en los últimos tiempos ha cobrado fuerza el concepto de rewilding o renaturalización. Una innovadora visión que reflexiona sobre el papel que debemos jugar en la denominada restauración ecológica. O, lo que es lo mismo, una guía sobre cómo actuar de cara a que la naturaleza recupere parte de su esplendor y autosuficiencia.
Aunque la idea ha cogido fuerza en los últimos años, no es nueva: el término rewilding fue acuñado por el conservacionista y activista estadounidense Dave Foreman en la década de los 80, generando una intensa discusión en el ámbito de la biología. En 2014, el libro Salvaje, del escritor y activista medioambiental británico George Monbiot, trasladó el debate a la opinión pública: ha llegado la hora de dar marcha atrás en lo que respecta a nuestra relación con la naturaleza.
Volver a la vida
He ahí la cuestión nuclear: ¿cómo se consigue recuperar la vida perdida? Según los defensores del rewilding, hay múltiples maneras de hacerlo. La primera y más urgente pasa por reintroducir en los ecosistemas aquellas especies que han ido desapareciendo por culpa de la acción humana, y hacerlo en un número tal como para que sean autosuficientes, de cara a que la intervención humana sólo sea necesaria en una primera fase. A partir de ahí, se trata de intervenir lo menos posible: la naturaleza se las apaña sola.
Según los partidarios del rewilding, existe una serie de especies clave en la cadena trófica. Son aquellas que, como los grandes predadores, tienen un efecto en la abundancia o escasez de otras, y que por lo tanto son capaces de modificar por sí mismas los ecosistemas. Pero también son igualmente importantes los herbívoros, así como las especies vegetales que les sirven de alimento. Por ello, el rewilding aboga por prácticas como la reforestación de cara a conseguir sus metas.
España, como uno de los grandes paraísos de la biodiversidad en Europa, es un campo de pruebas idóneo para poner en práctica todas estas máximas. Pero no es el único. En países como Argentina, Italia o EEUU se han llevado a cabo varios proyectos basados en los fundamentos del rewilding y consistentes en la reintroducción de especies como el oso hormiguero, el oso pardo o los lobos, respectivamente, cuyo caso dio la vuelta al mundo gracias a un pequeño documental que se puede ver en YouTube. Otros ejemplos, como lo sucedido en las inmediaciones de la central nuclear de Chernóbil tras la huída de la población, parecen dar la razón a los que creen en la importancia del rewilding: si nos apartamos del camino, la naturaleza se abre paso.
“El rewilding es un cambio revolucionario de paradigma”, explica a El Eco de LOS40 la filósofa Marta Tafalla, profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona y una de las principales impulsoras de este planteamiento en España. "No se trata de que la naturaleza vuelva a ser lo que era, sino de dejar que fluya por sí misma, sin estar dominada por nosotros".
“La conservación tradicional era muy antropocéntrica: en cambio, el rewilding propone que los ecosistemas se regulen solos, dado que la gestión humana a menudo es más un estorbo que otra cosa. Es una manera de reconocer que la vida salvaje sabe bien lo que tiene que hacer y que hay que confiar en ella reduciendo la intervención humana a mínimos”.
¿Cuál es el principal obstáculo para conseguirlo? “Fundamentalmente, los ganaderos y los cazadores”, sostiene Tafalla. “En un ecosistema que funciona, ambos sobran. Porque lo que reclama el rewilding es la importancia clave de los animales salvajes, y no de los domésticos. En ese sentido, este planteamiento también choca con el de muchos ecologistas, que son partidarios de la ganadería extensiva. El rewilding considera que ese ganado le quita el sitio a los animales salvajes, que son los que de verdad gestionan los ecosistemas”, concluye.