Contaminación acústica: ¿Cuánto ruido eres capaz de soportar?
Aunque se habla de ella mucho menos que de la ambiental, la contaminación acústica, muy presente en el día a día de las ciudades, provoca serios problemas de salud.
Sales de casa. Un jardinero utiliza un soplador para apartar las hojas caídas de los árboles. Un trabajador municipal perfora la acera con una máquina taladradora. A escasos metros, la calzada está atestada de coches cuyos conductores se impacientan en el mismo momento en que el semáforo se pone en verde. Suena el claxon de varios de ellos.
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Vivimos rodeados de ruido. Y nos hemos acostumbrado tanto a él que apenas somos conscientes de su presencia: lo obviamos por una mera cuestión de supervivencia. Y sin embargo, su presencia perjudica de manera clara y evidente a nuestra salud, tanto física como mental.
La exposición prolongada al ruido nos afecta de distintas maneras. Entre las más habituales, los trastornos del sueño, las afecciones del sistema cardiovascular y las deficiencias cognitivas, especialmente en los niños: se sabe que aquellos cuyo colegio linda con zonas ruidosas (industrias, aeropuertos, carreteras muy transitadas…) aprenden a leer más tarde, muestran mayor agresividad, fatiga y agitación, una mayor tendencia al aislamiento y cierta dificultad de relación con los demás. Del mismo modo, diversos experimentos han demostrado que, a niveles muy elevados de ruido, los procesos cancerosos aparecen y se desarrollan con mayor rapidez.
Capítulo aparte merecen los impactos de la contaminación acústica en la salud mental. Se sabe que vivir en un ambiente especialmente ruidoso es el caldo de cultivo perfecto para los trastornos de ansiedad y el estrés. A la hora de buscar el bienestar emocional, los psicólogos coinciden en que la tranquilidad y la ausencia de ruido son factores esenciales.
Los más ruidosos
Aunque existen varios estudios que arrojan resultados contradictorios, todos coinciden en señalar a España como uno de los países más ruidosos del mundo. Según la empresa especializada en audición Mimi, el ranking lo lidera India, seguida de Emiratos Árabes Unidos y Turquía. Tras ellos, Israel, Brasil, Ucrania, Taiwan, Italia, Bulgaria y, después, España. Otros estudios anteriores, como el emitido por la OCDE en 1991, llegaron a situar a nuestro país como el segundo más ruidoso del planeta, sólo superado por Japón.
En cuanto a ciudades, la propia Mimi citó a Madrid y Barcelona en el cuarto y quinto puesto, respectivamente, de su listado de ciudades más ruidosas de Europa. Los tres primeros puestos fueron, por este orden, para París, Londres y Roma.
“Por motivos de trabajo he vivido una temporada en países como Suiza, Holanda y Alemania”, cuenta Nacho, arquitecto. “No hay color a nivel de contaminación acústica. Vas en el metro y reina el silencio. Vas a un concierto y la gente está escuchando la música respetuosamente. Es otro mundo”, cuenta. “Eso sí. También te digo que en otros países es mucho peor: en Marruecos, por ejemplo, tuve la sensación de que la gente habla mucho más alto. Y en China es normal que los jóvenes vayan jugando con el móvil a un volumen atroz, algo que aquí es menos frecuente”.
Todo ese ruido se mide en decibelios. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda no superar los 55 decibelios durante el día. A partir de los 75 dB el ruido puede ser dañino, y en los 120 dB se sitúa el umbral del dolor. Se estima que una conversación a volumen normal ronda los 60 dB. Un camión puede producir entre 70 y 90 decibelios (dB). Las sirenas de los vehículos de emergencias y los aviones pueden sobrepasar los 120 dB. En las ciudades, el 80% de todo el ruido procede del tráfico rodado.
¿Qué podemos hacer para disminuir todo este ruido? De entrada, contribuir lo menos posible a generarlo. Ser conscientes de que nuestras actividades tienen un impacto en el resto de personas con las que compartimos espacio. Utilizar los vehículos de combustión sólo cuando sea estrictamente necesario. Y, en última instancia, recordar que el silencio es también un derecho que todos nos merecemos.