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Manuel Carrasco triunfa en el Madrid de los brazos abiertos
55.000 personas se dieron cita en el Wanda Metropolitano para su concierto más ambicioso
Un estadio colgando el cartel de sold out al poco de poner a la venta sus entradas puede dar auténtico vértigo, aunque no para Manuel Carrasco. Desde que la gira de La Cruz del Mapa fue anunciada, el andaluz no ha parado de acumular éxitos con ciudades y ciudades sin entradas y con segundas fechas añadidas al calendario. Aunque repartidas por toda la geografía española, hay una parada del tour que resaltaba sobre las demás, la del Wanda Metropolitano de Madrid, celebrada ayer.
Si bien es cierto que no es el único estadio de la gira, sí que es el que más gente albergó: Nada más y nada menos que 55.000 personas. 55.000 personas que, en su mayoría, llevaban esperando desde la apertura de puertas varias horas antes del inicio del concierto. Dato que podría pasar desapercibido, si no fuese por los casi 40ºC que la capital nos hacía soportar y que parece que sus fans pasaron por alto por ver la cita más ambiciosa hasta la fecha del artista.
Y fue puntual. A las 22:00 de la noche, Manuel Carrasco avanzó tímidamente por toda la pasarela de su escenario al centro del estadio, donde le esperaba su piano. “Madrid de los brazos abiertos”, una balada a la que agradecía a la ciudad haberle acogido como lo hizo. A su final, cayó el telón. Y las gradas supieron que la fiesta había empezado.
Sentado sobre un banco cualquiera de un parque, pero en el centro de un escenario con miles de ojos sobre él, abrió con Me dijeron de pequeño. Es toda una declaración de intenciones a la que sería la gran protagonista de la noche, su identidad: Poco queda ya -al menos, a niveles artísticos- de aquel joven chico onubense que salió de la Academia de Operación Triunfo con el tercer puesto de finalista bajo el brazo.
Sin embargo, aunque esta madurez se vea desde las butacas más alejadas del escenario, las pantallas no engañan. Sus ojos demuestran que el cantante está cumpliendo un verdadero sueño cantando ante tantísima gente. “Qué bonito, no quiero dejar de miraros para poder creerme todo lo que está pasando ahora mismo. Qué bonito soñar despierto” dijo en un tono que parecía haber dedicado específicamente a cada uno de los asistentes.
Yo quiero vivir, Aprieta, Los primeros días y Que nadie fueron el comienzo perfecto para demostrar que el repertorio del cantante viene marcado por su voz y no por fechas, pues los asistentes acababan cada verso al unísono sin importar los años que sumase cada tema.
La emoción, la gran protagonista de la noche
Vete le sirvió como el gancho perfecto para lanzar su alegato en contra del machismo, solo superado en aplausos que Mujer de las mil batallas, dedicado a las mujeres que se enfrentan a la lucha del cáncer de mama. Fue uno de los momentazos de la noche, consiguiendo toda una marea de globos rosas por la pista en honor a la causa.
Una banda que ofreció solos que cautivaron a todos deleitó a los presentes poniendo ritmo a Ya no, Te veo entre la gente o Unoxuno, aunque rápido fue eclipsado por Carrasco y su guitarra y el silencio del estadio. Sin preferencias, los aplausos llovían desde los cuatro costados del Wanda, llegando a su súmmum en el medley de tres temas que el onubense interpretó frenéticamente sobre el escenario.
No dejes de soñar provocó uno de esos momentos en los que los asistentes se dieron cuenta de la magnitud del sitio en el que estaban: Cientos y cientos de linternas alumbraban desde sus asientos recreando una noche de estrellas, con un Carrasco totalmente ajeno a la situación cantando desde lo más profundo tumbado sobre el escenario.
Un fin de fiesta memorable
Siempre fuertes sirvió de antesala para un Déjame Ser que consiguió alzarse como uno de los temas más coreados de la noche -a excepción de la adaptación del Seven Nation Army de The White Stripes reconvertido en el “Lolololo” futbolero que parecía aguantar en los asientos desde el último partido-, pero que llevó a la supuesta despedida por parte del cantante.
Aunque nada más lejos de la realidad. Manuel Carrasco preguntó canción a canción al público si querían que siguiese la fiesta, recibiendo ánimos suficientes para que se tirase cantando hasta el día siguiente. Por desgracia, otra bulería dedicada a Madrid indicó el final inevitable de una noche llena de sorpresas.
Sin invitados, y en ocasiones sin nadie que le acompañase en el escenario, Manuel Carrasco se despedía con un discurso al amor en Que bonito es querer de la que posiblemente haya sido una de las mejores noches de su vida. Un concierto que no olvidará jamás; ni él, ni 55.000 personas que han aguantado lo inaguantable para verle cumplir un sueño donde más sabe ser él mismo: Encima de un escenario.
Javier Rodrigo Saavedra
Cine y música. Música y cine. Y más, claro. Me encontrarás en todo tipo de saraos cubriendo todo, desde...