Bruno Oro sobre su libro: “Me afecta que no lo vaya a leer Georgina Rodríguez porque se lo pasaría muy bien”
Jordi Évole agradece en el prólogo que exprese lo que piensa sin importarle el qué dirán
Bruno Oro es uno de esos actores que siempre asociamos al humor. Es lo que tiene haber alcanzado la popularidad haciendo imitaciones de políticos en televisión. Pero es que, además, el humor no es sólo una herramienta de trabajo para él sino una filosofía de vida.
El suyo es muy sarcástico y sin censura y buena prueba es No somos gilipollas, el libro que acaba de publicar en el que asegura que los españoles somos perezosos, cotillas y fiesteros, en el que opina sobre el rey emérito o la muerte de Samuel Luiz y en el que deja claro que se puede hablar de cualquier cosa sin necesidad de ofender.
Jordi Évole le ha escrito el prólogo y sobre este retrato que hace de nuestro país, advierte que “a los que el retrato les parezca ligero, poco objetivo y poco profundo que no se preocupen: no creo que haga spoiler si os adelanto que es el mismo autor el que lo reconoce en el epílogo”.
Pero el libro va más allá de eso. Como bien señala Évole, Bruno Oro, “se desnuda y se tira a la piscina. Dice lo que piensa de casi todo. Y no parece importarle el qué dirán. Y eso es algo que pasa poco últimamente”.
Y de todo eso hemos querido hablar con él, un actor al que no le importaría reconvertirse en escritor a tiempo completo al que le apasiona viajar, reír y poder expresarse con libertad.
Te recomendamos
No somos gilipollas, ¿a quiénes incluyes en el grupo?
Intento que no lo somos, todos, en general, lo que pasa que, evidentemente, el título es irónico y hay gilipollas en todos los lados. Pero quiero pensar, como conclusión optimista, que la gran mayoría de nosotros no lo somos.
¿Cuál era tu objetivo al hacer un libro como este?
Un loco exponer nuestras virtudes, nuestras miserias, nuestros defectos y nuestros males endémicos. Tanto los de arriba como los de abajo, tanto los que mandan como a los que nos mandan. Tenemos cosas que no cambiarán nunca que están arraigadas en nuestro ADN, que conforman nuestra manera de ser y nuestro carácter, pero que a veces son un poco extenuantes, y son cansinas y son tendencias que tienes ganas de que cambien, pero no cambian nunca, están muy enquistadas en nuestro carácter. Lo que quería con este libro es, a partir de una anécdota, que fue que me pararon en Madrid con mis primos pensé ‘qué curiosa esta anécdota que contiene toda esa información que tenemos, toda esa manera de ser y todos esos defectos y virtudes’.
¿Qué feedback has recibido en estas semanas que lleva en la calle?
El libro se devora y se lee muy rápido y hay mucha empatía con el libro a nivel de que hay mucha gente que me dice ‘es verdad que somos muy perezosos, muy cotilas, muy criticones’. Al final, ya sabemos cómo somos, pero a veces está bien decir ‘es que somos así’ y somos muy diferentes de ingleses, alemanes o americanos y eso ni es bueno ni es malo, pero está bien ser conscientes de cómo somos e intentar arreglar algunas cosas.
Una visita a Madrid en la pandemia es el hilo conductor, ¿avisaste a los implicados en ese incidente de que esto iba a salir?
No, de hecho, mi primo Carlitos que recibió el libro hace poco, me dijo, ‘veo que soy protagonista, no te he dicho nada porque de momento veo que salgo bien parado, pero que sepas que lo estoy leyendo con cierta alarma’. No los avisé y eso que llevo un año y medio con la historia esta. Pensé que en el fondo estarían contentos.
A partir de ahí sueltas todo lo que te pasa por la cabeza, vas navegando por anécdotas y recuerdos, sin mucho filtro, ¿te has auto censurado algo?
No, al principio pensé que había un tema que no quería tocar como el del nacionalismo, pero al final pensé que estaba bien tocando porque son temas que todos, catalanes, españoles, seamos de donde seamos, al final pensé que estaba bien tocarlo, expresar mi opinión, tocar la muerte de Samuel… Varios temas que han sucedido en la pandemia y han sido paralelos a esta gran obsesión que ha sido la pandemia, pero no han sido menos importantes que ella y me ha parecido justo hablar de todo esto.
Le pides a Jordi Évole que haga el prólogo y lo haces mandándole un audio de whatsapp imitando a Ángel Acebes… ¿si hubiera sido tu voz no hubiera caído?
Igual no, porque él adoraba mi imitación de Ángel Acebes. Le pillé ahí, sé que le podía tocar la fibra. Yo le admiro mucho, me ha hecho reír mucho porque hace muchos años empezó en el show de Buenafuente, en TV3, haciendo el personaje de El Follonero, que era muy divertido. Luego he seguido su carrera periodística, pero me hacía ilusión que hiciera esto.
Se ha vuelto más serio.
Sí, se ha vuelto más serio, pero yo también me he vuelto más serio. Al final con los años te vuelves más serio, pero tenemos el payaso dentro, Jordi también lo tiene, yo más, porque me dedico a ello, Jordi ya no. Pero es un cómico por naturaleza, tiene la lengua viperina, con su labia, yo lo admiro mucho, es un tío que tiene muchísima gracia y me hace reír mucho y yo le hago reír a él y esto es fantástico porque cuando te encuentras y te hace reír es el mejor intercambio que existe.
Évole asegura que es un libro que te hace pasar de las arcadas a las risas, ¿era tu pretensión?
Jajajaja, es tremenda la frase ahora que la dices. No tenía tantas pretensiones. Tenía ganas de escribir un libro divertido, me apetecía divertir, pero me ha salido más crítico de lo que yo pensaba. Me he ido animando y han ido surgiendo temas que no me esperaba que surgieran, pero lo han hecho. Nuestro país da para mucho.
Lo dice Évole, pero es evidente cuando lo lees: No te importa el qué dirán. ¿En ningún momento te has planteado rebajar el tono?
Sí, pero eso hubiera sido renunciar al espíritu del libro que es canalla, crítico, de parodia y, al final, muy personal. Ni soy periodista, ni soy analítico, ni soy sociólogo. Yo soy un humilde actor que se gana la vida haciendo reír y que al final he acercado el libro a mi persona, a mis viajes, a la gente que conozco, a mis sangres varias, italianas, catalanas, madrileñas y argentinas, porque yo soy un mejunje y lo que he hecho es ser más sincero de lo que yo pensaba, pero estoy más contento con este resultado que si hubiera sido un libro más de postureo.
En una época donde todo ofende, llegas con este libro, ¿para provocar un poco?
Hay que decir que el humor está en la UCI, es una frase que utilizo en el libro y me gusta recalcarla, estoy convencido de ello, es mal momento para el humor. Los humoristas tenemos que luchar ahora para que no se nos acabe esta joya tan preciosa que es el humor. Además, en España ha habido siempre un gran sentido del humor, grandes cómicos y los españoles siempre hemos tenido una gran capacidad de reírnos de nosotros mismos y no se puede perder porque si se pierde España se va a la mierda. Sin el humor el país se hunde.
Creo que lo que han generado las redes sociales es miedo y crispación.
Tú comentas que el humor está sufriendo el miedo a las redes sociales y el miedo a ofender, ¿hay solución?
No lo sé, me gustaría pensar que sí. Creo que lo que han generado las redes sociales es miedo y crispación y son antagónicas al humor y lo censuran. Es una guerra entre la libertad de expresión y la capacidad de reírse de todo y de quitarle hierro a las cosas. Por otro lado, la censura, la acusación y el insulto que es un poco a veces lo que reina en las redes sociales.
Dices en el libro que en España nos gusta actuar y teatralizar todo, ¿al final todos somos un poco actores en potencia?
Sin duda. No hay más que ver La escopeta nacional, año 1978, para ver que España sigue igual, y somos todos actores desde la Iglesia hasta el pueblo llano pasando por políticos y aristócratas. Todos tenemos mucho morro, todos tenemos muchas ganas de hablar, de actuar y de hacer dramas de cualquier cosa. Invertimos mucho tiempo en hablar y muy poco en hacer. En esto nos diferenciamos mucho de la cultura anglosajona, ingleses, alemanes, franceses… ellos hablan poco y trabajan mucho y nosotros trabajamos poco y hablamos mucho. El ejemplo que pongo en el libro son las comidas de trabajo, lo que para mí es un oxímoron, comida y trabajo. O comes, que es un placer, o trabajas, pero mezclar las dos cosas es una cosa absurda. Esto los ingleses no lo entienden.
Haces un repaso a los caracteres de las distintas comunidades españolas. Siempre me he considerado madrileña, pero con lo poco que me gusta la fiesta, ahora me planteo si lo soy de verdad.
Eres una rara avis. Toda mi familia madrileña, que son muchos, creo que no hay uno solo que no sea fiestero. Claro que hay excepciones y claro que caer en los generalismos siempre es típico y tópico. Eso ya lo aviso, digo que mi análisis es superficial, ya lo dice Jordi incluso en el prólogo, pero claro, comparados con los catalanes, los madrileños son mucho más festivos y la religión de Madrid es la fiesta.
Hablas de lo diferente que se ha vivido la pandemia en Madrid y Barcelona, ¿dónde te hubiera gustado pasarla?
Pues en La Rioja, en un término medio porque yo no me parecía bien el estilo viva Las Vegas de Ayuso, pero en Cataluña nos lo prohibieron todo. Los ciudadanos teníamos la sensación de estar en una guerra política Cataluña-Madrid de ‘no, en Cataluña lo vamos a prohibir todo porque en Madrid lo están dejando hacer todo’. Un poco la sensación que teníamos era esa. Aquí en Cataluña tuvieron que cerrar muchos restaurantes que ya no han vuelto a abrir. El ocio nocturno ha sufrido una barbaridad y una gran parte no se ha recuperado. Y la cultura también lo sufrimos mucho. Ni una cosa está bien ni la otra mal, pero en el fondo nos sentíamos gilipollas en ese sentido porque era como una batalla entre gobiernos.
Eso nos lleva a hablar de los políticos que no podían faltar en este repaso al estado de la nación. Cada vez son menos cultos, ¿sin ánimo de ofender?
Sin ánimo de ofender, exactamente. Lo aplico también a Estados Unidos, a Cuba, a Francia… No es lo mismo Françoise Mitterrand que Macron. Cuando yo era adolescente me tragaba los debates del estado de la nación, les escuchaba, tenía curiosidad y preguntaba ‘Felipe González, ¿por qué ha citado ahora a este poeta?’. Quién más, quién menos, todos los políticos, había momentos que te quedabas embobado con su discurso. Ahora te quedas embobado con su no discurso y con sus descalificaciones. Nos hemos alejado de los políticos porque ya no nos hipnotizan, no nos admiran como antes que teníamos a nuestro líder o a nuestros políticos favoritos. Yo creo que el tono ha caído mucho y no digo que sea solo culpa de los políticos, posiblemente también sea culpa nuestra, en general el tono ha caído y se ha empobrecido el discurso.
También hablas de Don Juan Carlos, un caradura y perezoso, ¿seguimos sin ánimo de ofender?
Jajajaja… que se ofenda quien quiera. Como diría mi prima madrileña, ‘hija, ¿qué quieres que te diga?’. Al final van pasando los años y te sorprendes de cosas que al final dejan de sorprendernos como las del rey emérito, pero es que son cosas muy fuertes.
Has encontrado nuestro bien nacional: La pereza y el cotilleo. No sé si Turismo España lo utilizaría como claim.
Pues tendría que hacerlo. La pereza es una gran virtud. Tendría que ser nuestra bandera. Yo siempre digo que nuestra bandera tendría que ser un tío tumbado en la tumbona y su mujer al lado descojonándose que es la que realmente está trabajando o haciendo algo porque el motor de este país son las mujeres. La pereza es un bien nacional, tendría que ser patrimonio de la Unesco y la siesta que también es una gran virtud. Hay que intentar hacerla a diario. Soy muy gran defensor de la siesta, mira que soy muy currante, pero la siesta… y el buen rollo. Tenemos muy buen rollo y tenemos que estar orgullosos. Los españoles somos buenos anfitriones y nos gusta que la gente lo pase bien. Cuando vamos a otros países somos siempre los que estamos riéndonos y creando buen rollo. Yo que he viajado te digo que no es tan fácil. Somos muy extrovertidos y tenemos ganas de reírnos de la vida y de pasárnoslo bien, esto es una gran virtud.
Has dejado lo del cotilleo de lado, ¿eso es porque no te convence tanto?
No, no, no, es verdad que me he olvidado. Somos muy cotillas y muy criticones porque al final el cotilleo es hijo de la crítica. Se empieza cotilleando y luego acabas criticando. ¿Qué pasa cuando criticas? Que pierdes mucho tiempo, no es constructivo, es destructivo.
Si hay un tema que no da para bromas es el de la muerte de Samuel Luiz que te afectó de manera especial. ¿Por qué este suceso y no otro?
Estaba en el gimnasio y lo vi en la tele y tuve que parar, me quedé hecho una mierda y me pareció una muerte muy brutal y muy grotesca. Muy injusta en nuestro país, eso es lo que realmente me afectó. España ha dado dos pasos atrás con esta muerte porque si algo tenemos, yo creo, es que somos un país abierto y tolerante y me pareció una muerte muy atroz, la manera como se produjo y que fuera una muerte tan colectiva, el que fueran varios chavales a darle esa paliza y que se produjera en un entorno festivo y de una manera tan sumamente brutal. Por eso lo reflejé en el libro o, por eso, no he enumerado el capítulo porque, como digo en el libro, me parece que tiene que ser un pegote en el libro como es un pegote en la historia de nuestro país esta muerte.
La pareza es un bien nacional, tendría que ser patrimonio de la Unesco.
Y todavía faltaba la guerra de Ucrania, que no había empezado cuando terminaste el libro, ¿hubiera tenido capítulo?
Yo creo que sí porque por unos meses no he podido decir lo que me hubiera gustado decir que era de nuevo, como la muerte de Samuel, esta guerra es totalmente anacrónica dentro del año 2022, en el contexto de Europa, además. Y después de otra guerra que hemos pasado, la pandemia, porque no hemos dejado de pasar una guerra que han sido dos años largos. Esta guerra me parece tan absurda y tan injusta y tan dolorosa que sí, que le hubiera dedicado seguro un capítulo o un párrafo.
Por cierto, que ahora muchos querrán ser humoristas, porque claro, confesando que tu multa de Hacienda ascendía a seis cifras, uno habrá imaginado lo mucho que se gana con esta profesión, ¿no?
Pregunta de alto standing, muy buena pregunta, pregunta de humorista fina. En la televisión se gana dinero y en este mundo si te lo montas bien y trabajas mucho, como es mi caso, puedes ganar dinero, claro. Lo que pasa que también fue una época en la que todos los actores sufrimos inspecciones de Hacienda, curiosamente, fueron a por nosotros, porque fuimos varios que nos dejaron en pelota picada, literalmente, nos tocó.
En el libro también hay mucho viaje. ¿Destino pendiente?
México, que es mi propio destino, en breve. Es un país que me fascina, en el que vivió mi padre muchos años y que me apasiona y que tengo muchas ganas de descubrir e intuyo que me atrapará. Ya tengo los billetes y estoy super feliz con este viaje y tengo muchas ganas de que me atrape.
¿Te afecta que Georgina Rodríguez no vaya a tener tu libro?
Sí, me afecta tremendamente porque creo que se lo podría leer en dos días y se lo pasaría bien y a lo mejor se lo podría dar luego a Cristiano y, puede que fuera el primer libro que tendrían en la librería, porque como ella dice en su reality, no quiere libros porque cogen mucho polvo, pero siempre digo que pueden coger polvo, pero a veces lees un libro y te vuelves más listo, más inteligente o más sensible. A lo mejor se te acaba la alergia a los ácaros porque te despista el libro y te absorbe y de pronto te haces lector que es una cosa maravillosa.
Para acabar, cuando uno suelta todo lo que tiene dentro, sin censuras ni filtros, ¿cómo se queda?
Se queda más descansado y se prepara para lo que pueda venir de fuera, para las críticas, parra los halagos, que a veces son más fáciles de gestionar y da carpetazo a una época de su vida. A mi escribir me va muy bien para hacer terapia y cerrar etapas. Es un diario, escribir es como decir, ‘he vivido esto, pero ya está, lo dejo aquí y ahora miro hacia adelante’.
Cristina Zavala
Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...