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Alice Kellen enamora con su novela sobre la relación entre dos hombres: “Los sentimientos son sentimientos”

Hablamos con ella de amor, envejecimiento o música

Alice Kellen tiene nueva novela. / Quim Llenas/Getty Images

A estas alturas Alice Kellen no tiene que convencernos porque después de varias novelas, tenemos claro que es una de las voces contemporáneas más solventes. Logra sorprendernos con cada una de sus historias y con la sensibilidad con la que crea a sus personajes. De ahí que se haya convertido en una de las autoras que más vende en nuestro país.

Acaba de publicar La teoría de los archipiélagos, una novela corta y llena de poesía que nos relata la historia de amor de Martín e Isaac. El primero, un hombre casado que se aísla en un pueblo un verano para poder terminar un proyecto editorial. El segundo, un hombre enamorado de las flores que vive aislado y en bastante soledad.

Martín acude a él para buscar ayuda para su proyecto, lo que no podía imaginarse es que su relación iría más allá de lo profesional y acabaría convirtiéndose en una bonita historia de amor llena de dudas y culpas.

Lo que pasó ese verano y lo que sucede entre ellos, cuarenta años después, centra esta historia que enamora y que nos ha permitido hablar con ella del amor, el envejecimiento o, incluso, música.

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Teníamos la teoría de la relatividad, la teoría del big bang, la teoría de Freud… y ahora La teoría de los archipiélagos. Esta última va a ser más fácil de entender, ¿no?

Sí, porque las otras…yo soy muy de letras. La teoría de los archipiélagos es muy sencilla. Viene a decir que todos somos islas y tenemos una soledad propia, pero buscamos, al final, formar parte de un archipiélago, estar cerca de otras islas. Siempre se ha dicho mucho que todos somos islas, cada uno tiene su propio mundo interior al que es muy difícil acceder. Pienso que nunca llegas a conocer completamente a otra persona, ni siquiera a la que tengas más cerca. Me gustaba esa idea de que somos islas, pero con este añadido, de que pese a ser islas, queremos formar parte de algo más.

Dices que esta novela te llega en un momento de bloqueo como escritora, ¿qué sentiste al ver que la historia de Martín e Isaac fluía?

Fue super inesperado. Estaba en el pueblo, muy rural, con este ambiente de monte y me vino la historia de ellos de mayores, dos ancianos que se encuentran y que pasó algo entre ellos. Fui desde delante a atrás. Me pregunto, cuando veo personas mayores en la calle, que son como un poco invisibles y pasan desapercibidas, ¿qué ha sido de su vida?, ¿qué momentos han pasado?, ¿cuál es su historia? Me pareció interesante. Fue saliendo sola.

De hecho, es que a veces parece que se nos olvida que a esa edad también se siente.

Es horrible, es verdad. Los sentimientos son sentimientos. Es curioso. Somos un poco injustos los que estamos en la edad intermedia. Los sentimientos de los niños los hacemos de menos y los de la gente mayor los invisibilizamos. Parece que solo tiene valor lo que va desde los 20 a los 60, hay un baremo. Todo es, simplemente es distinto.

De hecho, en algún lado he leído que encasillarías esta novela en el género sentimental y mi pregunta es, ¿qué novela tuya no estaría en ese género?

Esto viene porque hay quienes dicen que dentro de la novela romántica solo pueden entrar historias que tengan un final feliz, en el que los personajes acaben juntos y felices y para evitar mal entendidos, aviso. Ahora digo que todas mis novelas son de amor, ya no digo románticas.

El público juvenil pensará que has hecho algo distinto.

Sí, es curioso porque cuando cambias el tono o las edades, o metes la parte en la que son mayores, parece diferente, pero es lo mismo. Lo que pasa es que al final si te lee una chica de 16 años quiere un lenguaje con el que se identifique, pero si te lee alguien más adulto, quiere otro lenguaje con el que también se identifique. Pero, en realidad, lo que es la historia engloba todo.

Pero entonces, cuando escribes, ¿utilizas un lenguaje u otro dependiendo de la edad de los lectores?

No, escribo lo que me apetece escribir y luego la editorial intenta encajarlo. A veces es como, a ver qué sorpresa. Esta historia la escribí antes de El mapa de los anhelos. Me he reconfigurado la cabeza, una cosa soy yo como escritora y me tengo que dejar llevar y escribir y luego, la editorial, hay un departamento de marketing y comunicación, que piensan que hay que encajar las cosas en un orden determinado o en un momento concreto, y de eso me desentiendo. Yo me quiero centrar en lo que me interesa, que es escribir. Hay alguna novela que sigue en el cajón hasta que aparezca su momento, porque, aunque todas traten de sentimientos y emociones, a veces es difícil encajarlas para que funcionen en un mercado. Es como, la próxima novela, ¿qué idea tienes?

No paras de publicar y encima tienes novelas en el cajón… tú no has parado en ningún momento de escribir, ¿no?

Se han dado una serie de casualidades… he escrito mucho, pero luego, además, cuando empecé con Planeta tenía muchas novelas en el cajón porque tuve una época de mucho escribir. Luego fui bi madre y eso es lo que más me ha quitado. Antes solo me dedicaba a escribir y te sientas seis horas al día a escribir, pero en el momento en el que entra la promoción, la vida se complica mucho. Planeta cogió las novelas que yo tenía en Amazon antiguas y se publicaron, pero al final no son novedad, aunque para mucha gente lo sean. Ahora, creo que después de este 2023, mi intención es empezar a alargar a un año y medio de distancia entre novela y novela, es necesario.

La novela romántica cada vez tiene más referentes en cuanto a diversidad sexual, ¿crees que los autores LGTBI te verán como una intrusa?

No lo sé, espero que no. Me surgió así. La literatura es un espejo social, simplemente reflejas lo que te rodea, las inquietudes de la gente a la que quieres y que te rodea, a todos los niveles. Es normal que estén surgiendo más gente que le interesa escribir sobre cosas sobre las que te preguntas y no te preguntabas hace 15 años. Creo que los cambios sociales se tienen que hacer desde todos los frentes y tiene que cambiar toda la sociedad, no una parte de la sociedad. A mí personalmente me lo habían pedido muchas veces. En las firmas de libros hay muchas chicas que se acercan y me preguntan cuándo voy a escribir una historia de dos chicas, y no sé cuándo, pero siempre decía, en el momento en el que me surja la historia, lo haré.

¿En qué lugar queda la institución del matrimonio en esta novela?

Yo creo que se refleja un poco cómo eran las cosas en los años 80 y, sobre todo, este sentimiento de la culpa o de lo que se consideraba casi pecado, por aprendizaje. Estas normas como muy rígidas y establecidas, que creo que también se están rompiendo. Hay más libertad y flexibilidad para que cada uno tenga pareja de la manera que quiera, hay muchas maneras de querer. No hay como unas normas como en los 80 cuando el matrimonio era como algo sagrado.

Y ahí están Martín e Isaac, que son dos personajes que te enamoran, pero a la mujer de Martín le acabas cogiendo un poco de manía.

A mí me gusta mucho. Es fácil odiarla, pero es un personaje muy fuerte en la época que le ha tocado vivir. En los años 80, para ser mujer y hacerte respetar, se te exigía como una frialdad porque se asociaba con la fuerza. La ternura y ser más blando, se asociaba con la debilidad. Ella hace un gran esfuerzo toda su vida por mantenerse estoica. No es fácil. Hay un momento en el que se relaja un poco cuando se hace mayor, pero eso le pasa a mucha gente. Mi padre siempre me dice que mi abuela no tiene nada que ver cómo los crio a ellos, que era muy inflexible, a cómo me crio a mí, a cómo era conmigo siendo su nieta, que era muy cariñosa, muy tierna. A mí me choca mucho.

Pensar que el recuerdo de un amor de verano puede perdurar décadas, ¿no es una idealización del amor?

Es un recuerdo que se queda congelado y, además las cosas que no fueron, inacabadas, siempre se nos quedan enquistadas y te preguntas, y si hubiese hecho esto.

Martín vuelve a buscar a Isaac, ¿es un acto egoísta?

Quizá un poco. Se puede plantear así, por qué ahora vuelves a removerlo todo.

Reflejas el envejecimiento con una delicadeza excepcional, ¿qué es lo peor de ir cumpliendo años?

Es duro. Es una de las pocas cosas que me parecen más duras en la actualidad que hace décadas porque creo que la gente joven vivimos tan rápido, hay tanto ruido en la vida diaria ahora mismo, hay un contraste tan grande a nivel tecnológico entre mis abuelos y yo, hay un abismo y cada vez va a más. Los domingos están las tiendas abiertas, no se para, el mundo no para nunca. Y el mundo de ellos separa, se ralentiza. En mi familia, las comidas familiares son cada vez más difíciles, nunca estamos todos, hay planes, viajes, cosas que hacer, no estamos para quedar todos los domingos a comer. Yo tengo ese recuerdo de mi infancia con los fines de semana con todos comiendo juntos, los primos, los abuelos, ahora no hay tiempo, estamos muy ocupados y esas personas se vuelven aún más invisibles. Antes, dentro del ritmo familiar, no había redes sociales, era una vida más pausada y tenías tiempo de sentarte y ponerte a hablar, pero ahora no hay tiempo para sentarse a hablar con una persona mayor, en todo caso coges el móvil y abres TikTok.

¿Cuánta investigación botánica has tenido que hacer para este libro?

No tanta. Fue sobre la marcha y como es algo bonito… Algo sé, de hecho, a mí se me mueren todas las plantas, pero es algo agradecido. Me gusta porque es como todo tan pausado. No estamos preparados. Planto una planta en el jardín, que lo hago a menudo porque se me mueren todas, y pasan dos semanas y es como, ¿esta planta no crece? Yo quiero que me cubra ya la pared. Nos hemos vuelto impacientes. El ritmo verdadero, de la naturaleza, no es el que llevamos en nuestras vidas y a veces me choca.

¿Cuál es tu flor favorita?

A mí me gustan mucho las hortensias, es la flor favorita de mi abuela y la veo y me recuerda muchísimo a ella. Son como caprichosas.

Tú eres de ver y sentir las cosas a través de la música, ¿cuál ha predominado en este camino?

Escuchaba mucho Víctor Manuel, me transportaba un poco a la época. Lo veía, el verano, las fiestas del pueblo… Tampoco ha sido de las novelas más musicales.

Hace unas horas confesabas que querías casarte con Abrazado a ti de Kevin Kaarl, ¿qué tiene esa canción?

Me encanta este cantante, me gusta muchísimo. Lo descubrí a través de Ed Maverick que tiene una canción preciosa que se llama Acurrucarse, que es preciosa y me salió recomendado. A veces busco, ‘parecido a’, y lo escuché me encantó y la novela que estoy escribiendo ahora lo pongo como en bucle a este chico.

Tus proyectos no paran. Has anunciado edición ilustrada de Nosotros en la luna. Le vas a coger el gusto a esto de recurrir al dibujo.

En esta me impliqué más personal. En Nosotros en la luna, es un proyecto más de la editorial. Son preciosas las ilustraciones del interior que ha hecho Ana Santos, pero es verdad que es un libro que ya ha salido y se hace una edición especial porque es como el libro más representativo para las lectoras y este formato regalo de edición limitado, pero a mí no me supone un trabajo extra, cosa que agradezco mucho.

También estás trabajando en tu #proyecto2023 que te ha dado algún que otro quebradero de cabeza, ¿qué ha pasado?

Llevo casi un año con esta novela, al final a veces es difícil. Tenía muy clara la idea, pero a veces a la hora de ejecutar no sale lo que tú tenías en mente. He tenido que borrar muchas veces y volver a empezar, no sé cuántas versiones llevo. Pero ahora ya está encaminado, y bien, pero veremos a ver qué pasa.

Y esta, ¿dónde te la van a encajar?

Yo creo que sigue un poquito más la línea de Nosotros en la luna, El mapa de los anhelos, más o menos, cada una es diferente. Intento que cada libro nos transporte a un mundo nuevo, pero sí es esta línea un poco más contemporánea.

Tus novelas se leerán en inglés, ¿qué te hace sentir?

Es un poco de vértigo, hasta que no lo vea impreso no me voy a hacer a la idea. Un libro mío en un idioma que no conozco, que no lo puedo leer con soltura, me sorprende.

No hace tanto hablábamos de ti como una de las promesas de la literatura y ya eres toda una autora consolidada y best seller, ¿te ha pasado rápido?

A mí se me ha hecho largo. Han sido unos años muy intensos en lo personal y en lo laboral, han sido un poco duros, pero ahora veo un poco más la luz y nos podemos relajar.

Tienes dos hijos que todavía son muy pequeñitos, pero llegará un día en el que lean tus libros, ¿eso qué te genera?

No me lo imagino. A lo mejor llegará un día. Es curioso pensar eso. Piensas que es algo íntimo, pero me leen personas que no conozco, pero a mí me sigue dando mucho más apuro que me lea la gente que conozco, no me gusta nada.

Tú que eres de emociones, ¿cuál te ha provocado esta novela?

La recuerdo con mucha ternura, al final no sea la novela más alegre del mundo, pero no es triste. Es bonita. Hay belleza en todo, es un poco agridulce la vida.

La gente está acostumbrada a los finales felices, ¿te preocupa la reacción ante un final diferente?

En general, al final, siempre gana lo que necesito hacer, aunque te dé un poco de vértigo. Siempre estoy como que tiene que ser la historia quién lo pide. No puedes hacer tres novelas seguidas en las que el final sea que matas al protagonista, entonces quieres hacerlo en la que sea necesario, la que te lo pida.

Por cierto, escribes para jóvenes, para adultos… ¿para niños?

A mí me encantaría, lo que pasa es que no he encontrado el momento. Me gustaría en un futuro algún proyecto, de hecho, yo a mi hijo le escribo cuentos porque hay un par que le gustan mucho y los dejo por escrito porque son de los que hay que repetirle cada día. Es el tiempo que hay que dedicarle, pero la literatura infantil me encanta como lectora. Hay veces que me quedo más flipada que ellos mirando los dibujos y cómo expresan sentimientos complejos a través de un cuento y cómo cala en los niños. No sé cómo no se valora más. Tengo la sensación de que la gente piensa que es fácil escribir un cuento y atraer la atención de un niño, pero es muy difícil y los niños son cruelmente sinceros.

Cristina Zavala

Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...

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