Alejandra Martínez de Miguel: “Aunque nos regalemos satisfyer, seguimos sintiendo culpa al masturbarnos”
La poetisa millennial habla de masturbación, deseo o culpa en su nuevo libro
Parece que el 8M es la fecha ideal para adentrarse en las páginas de Al cuerpo de una mujer, el nuevo poemario de Alejandra Martínez de Miguel, una de las voces millennials más destacadas del momento por su mirada feminista de la realidad social que nos ha tocado vivir. Pero lo cierto es que cualquier día es bueno para hacerlo, sobre todo si estamos dispuestos a dejarnos arrastrar por una oleada de sensaciones que en algunas ocasiones llegan a herir.
Eso sí, este Día de la Mujer, siempre nos sirve de excusa para ahondar en temas que cada vez están más puestos sobre la mesa como la educación sexual, el deseo o la culpa que todavía siguen manteniendo las mujeres en este terreno.
Alejandra es una de las figuras del Poetry Slam que ganó en 2020 y lo mismo la vemos recitando sus poemas en algún acto reivindicativo feminista como dando una charla TED sobre sexología, campo que aborda como profesional de la materia. Y de eso, entre otras cosas, hemos charlado con ella.
Tu libro es como un vómito, sin digerir, todo de golpe y sin anestesia… ¿qué se siente al soltarlo todo?
Te recomendamos
Se sienten muchas cosas que coexisten en mi cuerpo. Siento alivio, siento un poco de revoltijo. Siento también más ganas como de contar más cosas. Siento como que aún estoy encontrando las respuestas y, sobre todo, siento como muchas ganas de compartirlo con otras personas y de que lo lean, que deje de ser algo únicamente mío.
Te fuiste a Cadaqués a crear, ¿en busca de sirenas para sentir la nostalgia de H2O?
Jajajaja, la verdad es que podría haber ido también por ahí. Me fui a Cadaqués porque tengo la suerte de que unos familiares tienen casa ahí y quería salir de Madrid unos días para poder escribir fuera y Cadaqués tiene una magia increíble y como tenía la suerte de tener familiares con casa allí, pues ahí llegué. Sí que podía haber buscado sirenas porque Cadaqués tiene un aura que da para eso. Es la serie de mi infancia, no es que ahora me ponga H2O sino que es como si hablamos de Lizzie McGuire o Los Simpson, que son como los referentes con los que hemos crecido.
¿Cómo fueron esos días?
Fueron unos días increíbles ya no tanto por poder estar cerca del mar, sino por poder estar sola brindando tiempo y espacio a poder escribir, o reescribir porque llegué esos días con el proyecto de libro prácticamente escrito. Lo que me permití allí es reescribirlo, darles la vuelta a los capítulos, al estilo del libro, más a la forma que al contenido. Lo disfruté mucho porque me despertaba todos los días super temprano, a las seis o las siete de la mañana, con muchas ganas de darle forma.
¿Qué ha sido lo más difícil?
Lo más difícil fue, más que el resultado final del libro o un poema en sí, fue el hecho de darme cuenta de lo que quería contar. Todo el proceso de atravesar el deseo, de un cuerpo enfermo, qué me resonaba en el cuerpo. Fue más difícil darme cuenta, ese paso previo de ‘me apetece hablar sobre esto’, que ponerme a escribir en sí.
Hay mucho dolor en el poemario.
Hay dolor porque he necesitado sanarlo a través de la escritura de esa manera. No había otra opción. Esto es lo que tengo que contar, y esta es la manera porque soy artista y me dedico a la escritura. No hay otra opción posible de poner la verdad encima de la mesa y ponerme a contarlo de la manera que sé.
¿Qué relación tienes con la enfermedad?
Mucho mejor ahora que cuando comencé a escribir el libro, desde luego. En la sociedad hay una cosa sobre la enfermedad, o como lo vivo yo, de que cuando estás enfermo todo se paraliza y tiendo a culparme: ‘¿Por qué me he puesto mala?, seguro que es por mi culpa, porque no me he puesto bufanda, porque fumo, porque fui descalza’. Hay una cosa, desde pequeña, como instaurada en mi cuerpo de que si has enfermado es porque no has estado suficientemente atenta y darle un cambio de vuelta a eso y darme cuenta de que, si estoy enferma, a veces, es porque simplemente mi cuerpo necesita descansar, o porque a veces enfermamos y ya está y no llevarlo desde la culpa ha sido un cambio tremendo para mí en el que sigo trabajando porque, a día de hoy, a veces que me pongo malita y tengo que cancelar algo y me sigo culpando como si fuese la peor persona del mundo, cuando todos enfermamos, todos necesitamos descansar. Pero vivo en un ritmo de vida tan frenético que a veces se nos olvida que lo más importante es descansar y dormir y beber agua.
Está muy presente tu madre, pero no me queda muy claro cómo es vuestra relación.
¿Cómo es una relación madre hija? Llena de matices, de recovecos, de amor, también, a veces, de culpa, de rabia… Está en todo eso. Cuando yo le conté a mi madre la idea del poemario -ella estuvo el otro día en la presentación y tiene el libro que está dedicado al cuerpo de mi madre-, me siento orgullosa de las conversaciones que tenemos mi madre y yo. Hay cosas que no se han convertido en tema tabú y a día de hoy las podemos poner encima de la mesa a pesar de que a veces sean dolorosas y tengamos contradicciones entre ella y yo. Yo amo a mi madre, peor un día me llama, yo estoy de mal humor y a la primera que hablo mal es a mi madre. Creo que nos pasa un poco a todas. Amamos a nuestras madres, sentimos un orgullo, una admiración y una devoción, pero el día que estoy mal, la primera con la que me enfado es con mi madre. El libro también atraviesa un poco eso visto desde el prisma del dolor. Esta cosa de ‘te amo y si no fueras mi madre desearía que lo fueras, gracias a ti estoy pudiendo escribir esto’ y hay una cosa de sanarme a mí como hija, pero a la vez qué enfado, por qué no me entiendes.
Vamos, que no sois mejores amigas.
Tengo amigas que cuando hablan de sus relaciones con sus madres es como ‘somos mejores amigas’. Me parece bien que tengan ese tipo de vínculos, pero yo creo que el vínculo que tengo con mi madre se está acercando más a un encuentro de encontrarnos más como madre y como hija, yo ahora más mayor, ver qué necesitamos y aprender a comunicarnos desde ahí y amarnos con todo el cuerpo dentro de que, muchas veces, es complicado.
Hay mucha mirada hacia tu infancia, ¿fue tan infeliz como parece?
Wow, te ha parecido infeliz… yo si echo una vista rápida a mi infancia solo veo cosas positivas, con una nostalgia muy grande y un deseo de volver a ellas todo el rato. Sí que es cierto que, a veces, cuando se escribe también se autoficciona dentro de la narrativa de una. No siento que haya sido una infancia infeliz, pero mentiría si dijera que no he atravesado cosas, a veces creo que he sido una niña que no siempre ha podido expresar su pena o su rabia y todo eso, más que hacer mi infancia infeliz, ha hecho que, cuando he sido adolescente o ahora en la edad que tengo, me haya dado cuenta de cómo esa Ale pequeña no ha podido siempre expresar sus deseos. Pero claro, cuando era pequeña no me daba cuenta de eso.
Hay mucho deseo en el libro, ¿a modo reivindicativo?
Desde dónde, si no, se puede acercar una al deseo si no es desde la reivindicación, entendida como poner nuestra voz ahí. El deseo de la mujer y el deseo femenino ha estado silenciado, castrado, negado e, incluso, perseguido y no hablo solo de nuestra sexualidad o erótica, sino el deseo a hablar o poner voz a millones de cosas, así que, sí que está puesto desde un punto de vista reivindicativo.
Está muy presente ese cuerpo de la mujer, ¿qué le queda por reivindicar?
Yo creo que hemos reivindicado muchas cosas y los diversos cuerpos que conforman a las diversas mujeres que existimos no paran de reivindicar y no solo respeto y espacio, sino el poder expresarse y manifestarse de la manera en que esos cuerpos deseen, no normativos, no bellos, no lo que la sociedad espera del cuerpo de una mujer.
Alguna dirá que utilizas un vocabulario demasiado directo en ocasiones… ¿tabúes a la hora de llamar a las cosas por su nombre?
Mi vocabulario es directo y porque es el que he elegido para expresarme en este libro. También la manera en la que está escrito el libro, sin comas, sin puntos, que produce esa imagen de un vómito. Yo creo que para hablar de lo que quería hablar era necesario hablar así. No le suelo dar vueltas o buscar peripecias al lenguaje para decir algo que siento que puedo expresar de una manera más directa.
Hablas de la menstruación que todavía sigue dando reparo a mucha gente.
Por el tabú que ha habido con la sexualidad femenina, por cómo ha estado la mujer relegada a un segundo plano, por millones de cosas. La menstruación ahora, poco a poco, y lo digo comparándolo con la generación de nuestras abuelas, sí que ahora tiene un espacio en el que se habla más. El hecho de que apareciera la copa menstrual, que llevan existiendo muchos años, pero ahora están más en boca, y vas a un colegio a dar una charla sobre sexualidad y te aparece como alternativa. Cuando yo estaba en el cole recuerdo que, si a una compañera le bajaba la regla, aquello era un secreto entre nosotras, nos pasábamos las compresas como si fuera contrabando. Y no hace tanto tiempo de eso. Espero que poco a poco se vaya normalizando, pero es algo que no solo depende de nosotras como mujeres, también es una cuestión de educación sexual, de normalización, de visualización, que no está solo en manos de una mujer que menstrúa.
Hablas de masturbación, ¿ya lo hemos normalizado en el terreno femenino?
No, para nada. ¿Normalizado? Sí, obviamente hay un avance de cara a lo que decimos generaciones posteriores. Yo hice una investigación sobre la masturbación infantil femenina y la relación que tenía con la culpa y me he dado cuenta de que hay mucha vergüenza, mucha culpa y mucho miedo y, aunque entre nosotras nos regalemos satisfyer y parezca que está de moda, sigue habiendo una cuestión que está muy atravesada por la culpa y sentirnos culpables al masturbarnos. Eso solo se erradica de una manera y es con educación sexual desde la primera infancia.
Pero, ¿tú crees que tenemos claro qué es la educación sexual?
Tú y yo que ahora estamos hablando, supongo que sí lo tenemos claro, pero a la vista está a nivel político y a nivel social que se piensan que la educación sexual es solo enseñar a poner un preservativo o las relaciones coitocéntricas, cuando la educación sexual va desde el afecto al propio cuerpo, los cuerpos diversos, diversas orientaciones, identidades y de cómo los niños y las niñas aprendan a expresar su erótica de un modo que sean felices, esa es la educación sexual.
Todavía hay quien pone el grito en el cielo cuando se plantea esta educación en las escuelas.
Es increíble. Como sexóloga, intento divulgar la sexualidad desde ese sitio de expandir la mirada porque la sociedad sigue con un poco de miedo a que los niños y niñas se acerquen a una educación sexual de calidad que es lo que realmente va a garantizar que crezcan con una sexualidad sana.
En un momento dado hablas de Reservados con futbolistas… y mira que racha llevamos con Dani Alves y Achraf Hakimi, ¿falta de esa educación sexual?
Claro que sí, no solo en el terreno de los futbolistas, sino en el terreno de los hombres que ocupan un puesto de poder.
Hablas también en el libro de llorar y de que no te dejaban hacerlo o lo criticaban, ¿no era algo que ya teníamos superado también?
Sí, yo creo que todas pensamos que necesitamos llorar, que necesitamos expresar el llanto, pero a veces lo veo en el metro, de repente, hay una niña llorando y la madre o el padre es como, ‘venga, no llores más’. También porque están molestando al resto del vagón, pero a veces los niños y niñas necesitan llorar y ni siquiera saben por qué están llorando. Creo que también hay que dar espacio a eso. Una amiga está llorando y es como ‘venga, ya está, tómate una cervecita’ o ‘venga, anímate’. Pues no, a lo mejor necesito quedarme dos días en casa llorando y no pasa nada.
¿Qué es lo primaria que deberían tener claro las mujeres en el terreno feminista? ¿Cómo te enfrentas tú al 8M?
Cada una tiene que partir desde donde quiera. Yo al 8M me enfrento como a otro día cualquiera. No lucho más ese día por ser el 8M. Y creo que es igual de feminista quedarte ese día en casa de tu abuela, que quedarte viendo una serie, que ir a una manifestación. Creo que como mujeres feministas ya luchamos todos los días y solo es un día más y el 8M debería ser todos los días. Suena a tópico, pero es que es la realidad. Yo también estoy harta de que me contraten mayoritariamente para trabajar el 25N y el 8M porque existo todo el año. Mi poesía existe todo el año.
¿Qué es ser feminista?
Para mí ser feminista es como ser Alejandra. No entiendo mi persona de otra manera. Ser feminista no creo que tenga que ver solo con la lucha, con que haga poemas o libros reivindicativos o por la lucha, creo que ser feminista es pensar en la igualdad para todas y todos. Es algo que va con mi persona.
Cristina Zavala
Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...