Especial
A Shuarma le puede la curiosidad: “Tengo muchas ganas de morirme, la verdad”
De muerte habla en su debut literario, también de creación, hijos o inquietudes
Shuarma lleva casi tres décadas regalándonos canciones a través de sus distintos proyectos. Actualmente compagina su carrera en solitario con la que comparte con sus compañeros en Elefantes. Pero también ha compartido con su público otras aventuras como Bushido o, más recientemente, el musical de El principito.
No le queda mucho para cumplir 50 años y, aunque algunos puedan pensar que a esa edad ya queda poco por experimentar, pero se equivocan. Shuarma lleva una temporada de muchas primeras veces y una de ellas es publicar un libro. Etcétera recoge poesía y prosa en un intento de homenajear a la creación, algo vital para él.
Uno más de los muchos proyectos a los que se ha apuntado últimamente. De hecho, tal exceso de trabajo le hizo parar el año pasado porque estaba exhausto. Hasta eso fue un aprendizaje para él, un hombre que conserva esa mirada ilusionante y esa curiosidad propias de un niño.
De todo eso hemos charlado con él para descubrirle un poco más ya que, pese a los muchos años que llevamos a su lado, siempre logra sorprendernos.
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De las muchas veces que hemos hablado, esta es la primera vez que lo hacemos por un poemario… nunca es tarde, ¿no?
Me da como mucho respeto el tema de la poesía. A mí me gusta mucho la poesía, la mirada poética, por así decirlo y, de repente, sacar un libro de poesía como que me impone. Me puede más la caradura, el querer probar las cosas, el atreverme, el saltar al vacío, el exponerme, a quedarme con las ganas de hacer algo. La intención que hay en este libro es esa, el atrévete a hacer lo que tú sientas por delante de todo. Justo después va el absoluto respeto a toda la gente que dedica su vida a escribir poesía y tiene todo el talento del mundo.
¿Por qué ahora?
Llevo muchos años escribiendo, no solo canciones, me gusta mucho escribir textos, cuentos, todo lo que me permita sacar cosas de dentro. Me lo propusieron y coincidió en un momento en el que voy cumpliendo años y a lo largo de mi vida he dejado cosas por hacer y que, si ahora pudiera, retomaría. Ahora es como que cualquier cosa que me proponen, que creo que puedo aportar algo o aportarme algo a mí, me lanzo al vacío.
Después de una lectura rápida me han venido a la cabeza palabras como vacío y silencio, nostalgia y oscuridad… ¿es mi interpretación o sientes que hay algo de eso?
Nostalgia mucha, yo soy muy nostálgico, mucho. Supongo que es porque he disfrutado y disfruto un montón y todo lo que ha pasado, como ya lo he disfrutado, siento nostalgia. He sufrido también mucho, como todos, pero soy de la opinión de que las cosas difíciles de la vida te aportan mucho también a la hora de disfrutar de las buenas que te pasan o de por dónde quieres redirigir el camino. ¿Soledad? Puede ser. Estoy bien acompañado por suerte, tengo una familia con la que me llevo muy bien, tengo compañeros de grupo que adoro, tengo muchos amigos a los que quiero mucho, pero intento no perder nunca de vista que, en realidad, estamos solos. Hemos venido acompañados, pero nos iremos solos y es algo que intento tener en mi cabeza porque no quiero perder esa perspectiva. ¿Oscuridad? Es curioso que lo digas porque normalmente dicen que soy muy luminoso a la hora de escribir, pero también entiendo que sin un lado no existe el otro, con lo cual, supongo que también ha de haber mucha oscuridad en las cosas que escribo. Y en cuanto al silencio, yo estoy acostumbrado a escribir con una guitarra o con un piano que me aporta la sónica y la escritura se convierte como en un complemento, sin embargo, escribir poesía o textos, el silencio es muy importante en ese momento y es importante en mi vida porque yo me dedico a llenarlo y es algo que como concepto me cuesta porque me gusta mucho el silencio.
Dices que Lorca te enseñó que lo más importante es la poesía, ¿un poco exagerado?
Puede ser, yo soy un poco dramático y un poco de extremos. Flipo mucho con Lorca, mucho. No deja de sorprenderme y, sobre todo, es que no lo entiendo y me gusta mucho no entenderle porque dice cosas que me atrapan rotundamente, que despiertan un montón de cosas en mí, que me llevan a hacer otras cosas y, sin embargo, no lo entiendo. Ese es a veces el poder de la poesía, el misterio, la energía que te lleva, pero tú no la ves. Creo que las cosas más importantes de la vida son las que no entiendes y las que no tienen mucho sentido. Si alguien como él ha encendido mi mecha, ¿por qué no puede ser que yo encienda la de otros? A mí, a veces, me enciende la mecha ir por la calle y ver algo. Ese lado tan misterioso y no tan analítico, para mí, es el motor del arte.
Analítico, no. Basta ver la estructura en la que has colocado los textos, o más bien descolocado, que entra un poco dentro de esa locura que tiene la poesía, ¿no?
Sí, al final es ese concepto. Para mí la poesía es el núcleo de todo. Lo he hecho en este libro, pero lo intento hacer siempre en mis discos o hacer en los discos de Elefantes, solo que con una banda es más difícil porque nos tenemos que poner de acuerdo y el caos es muy difícil que sea caos. Sin embargo, en mi último disco en solitario, que se llama Trazos, tiene que ver con esto del dibujo inacabado, más la intención que el resultado. Este libro y la poesía tiene mucho que ver con eso. No buscar un resultado final sino una experiencia. La experiencia que a mí me produce escribir una canción, pintar un cuadro, hacer una poesía, es tan bestia, es de conexión tan profunda con la vida desde un lado que no entiendo que para mí eso es lo que más disfruto. Eso y el amor que tampoco entiendo, son los dos pilares en los que me ha apoyado para pasar por este mundo.
Vamos, que entonces disfrutas de las mujeres porque suelen decir los hombres que no hay quien las entienda.
No las entiendo, tampoco entiendo a los hombres, no me entiendo a mí, no entiendo al ser humano. Al final no entiendo nada. Tenía una abuela fantástica que murió hace tiempo a la que le preguntabas cualquier cosa y te respondía: ‘No sé’. Me parece una gran respuesta porque puedes creerte que sepas cosas. Es lo que decía Punset, no está demostrado que yo me vaya a morir. Esa filosofía de vida, no saber las cosas y no pretender saberlo todo, a mí me fascina.
Decíamos que tú reivindicas a Lorca, pero ahora, al margen de los clásicos hay una escena poética muy joven. No sé cómo la valoras.
Conozco poco. Creo que con la que más he entrado es con Elvira Sastre, que es un poco la abanderada. Yo soy muy amigo de Benjamín Prado desde hace años y me va enseñando no únicamente cosas actuales, también antiguas. Me parece maravilloso que de la poesía vuelva a ocupar un lugar. También lo entiendo, es lógico. Cuando algo se va mucho hacia un lado, tiende a darle valor a lo que está al otro lado. Vivimos en una época de consumir todo rápido, lo digital, lo efímero, que el hecho de que vuelva la poesía lo entiendo como una reacción a todo esto. La poesía si de algo requiere es de tiempo, de calma, y de concéntrate en una sola cosa. Es todo lo contrario a lo que hacemos ahora. Te descuidas y estás con el móvil mirando y respondiendo, mientras ves la tele y mantienes una charla con alguien. La poesía es todo lo contrario y entiendo que suceda y me produce sensación de esperanza que haya gente tan joven interesada en la poesía o que interese que un músico saque poesía.
También dices que hacer poesía es sanador, ¿a ti de qué te ha curado?
Crear es sanador porque no es más que jugar, que compartir, que mirar dentro de algún modo. Y en este mundo en el que todo es tan hacia fuera y tan instantáneo y que donde hay tantas luces brillando que llaman nuestra atención, el permitirte mirar dentro y hacer cosas que no vayan a ningún lado, como un niño cuando juega que no tiene ninguna intención más que vivir el presente, eso es jugar. Esto es lo que me ha dado a mí escribir. Me sentaba delante de una hoja en blanco y me lo he pasado bomba. A veces me enfadaba porque no me salía lo que quería, o escribía una mierda, pero me permitía olvidarlo todo para vivir ese momento. Eso es algo que me cuesta en la vida.
Hay mucha reflexión sobre la creación en Etcétera. Aseguras que el arte nos ayuda a crear una realidad paralela, entonces no es tan diferente del Metaverso, ¿no?
Recuerdo la película Ready Player One que es crear un mundo paralelo. Recuerdo que cuando la vi, pensé: ‘llevo haciéndolo toda mi vida’. Ahora es a través de máquinas y unas gafas, pero yo llevo toda la vida creando mi mundo paralelo. He tenido muchas charlas sobre esto con Antonio Vega, que era muy amigo mío, creo que hay gente que sufre la vida y necesita crear un refugio, un espacio donde no sufrir. Crear las cosas a tu medida. Puedes vivir dentro de una canción, dentro de un poema, dentro de una película o un cuadro. Por eso digo que es sanador. A todas las personas que conozco intento animarlas para que hagan algo creativo porque es algo importante, crear un mundo un poco a tu medida. Es algo que todos podemos hacer porque ese mundo es tuyo y nadie puede juzgarlo. No es tan importante juzgar la obra, es más importante hacerla, ese es el valor real.
Defiendes el error, ¿cómo convives con los tuyos?
Mal (risas). Por eso lo defiendo, porque convivo mal con el error, a mí me gustaría hacerlo todo bien. Pero de ahí saco un montón de cosas y eso me permite sentirme más cerca de los demás porque todos la cagamos y eso me hace ver que tenemos algo en común. Todos la cagamos y eso me da cierta paz. Cuando te equivocas tienes que volver a encontrar el camino, estrujarte la cabeza y volver a ver cómo te enfrentas a ese camino. Suena muy a tópico, pero el error es un maestro, está muy manido, pero no por eso deja de ser cierto.
Hay poema para tu hijo mayor, ¿qué ha dicho el pequeño?
(Risas) Esa es muy buena porque yo tenía mucho miedo a eso. El poema acaba diciendo, ‘mi hijo mayor es mi hijo pequeño’. La experiencia de tener un hijo siempre es increíble, pero el primero es el que va con el machete en la selva, abriendo el camino. En mis emociones han sido fantásticas tanto con el primero como con el segundo, pero el primero es el primero, eso es inevitable. Mi hijo mayor me movió muchas cosas que siguen tambaleándose, mi hijo pequeño también, pero estoy en el movimiento y lo entiendo n poco más. El poema también dice ‘mi hijo mayor es mi padre, mi hijo mayor es todo’ porque al final mi hijo mayor es la vida a través de la mía. Esa frase final de ‘mi hijo mayor es mi hijo pequeño’ salvó muchas cosas.
“Ya he vivido y eso quiere decir que mi muerte ha comenzado”. Hay varias referencias a la muerte, ¿tema recurrente para ti?
Yo tengo muchas ganas de morirme, la verdad. Tengo gana de morir, pero tarde, porque me gusta mucho vivir de momento. Pero, ostia, tengo una curiosidad… le tengo miedo, no te creas. A la muerte no, al sufrimiento. A la muerte no porque no sé lo que es. Pero me despierta tal curiosidad, tengo tantas ganas de saber, de entrar en ese lugar. Volvemos a todo eso de lo desconocido, eso es una fuente inagotable de imaginación. Me apetece mucho saber qué es eso es.
La historia de la bola de nieve, en la que vas desnudo a la casa de una vecina, para pedirle que meta en el congelador una bola de nieve para que no se derrita, tiene más de literario que de realidad, ¿no?
Sí, sí, totalmente. Pero te tengo que decir una cosa, tiene algo de realidad, lo que pasa que está escrito, aunque sea prosa, desde un lado más poético. Pero yo creo que hay cosas muy sutiles que, si no te fijas, no las aprecias, pero si te fijas, algo muy sutil puede cambiarlo todo, sobre todo nuestra percepción de las cosas. A veces me ocurre que me encariño con cosas que no tienen sentido. Por ejemplo, el disco nuevo de Elefantes, que va a salir en octubre, se titulará, Trozos de papel/cosas raras. Eso es porque yo a veces cojo un trocito de papel, lo doblo y juego con él. Me encariño y a lo mejor me paso tres o cuatro días con el trozo de papel y si lo pierdo de vista me agobio. Supongo que ahí estoy proyectando mis cosas. Pero esas pequeñas cosas raras que todos tenemos, para mí son importantes y son cosas que nos hacen únicos, diferentes, cada uno tiene sus pequeñas cosas raras y me gusta prestarle atención a eso. Soy muy de encariñarme con tonterías, pero para mí es importante. Y Efecto bola de nieve habla de eso, de algo tan efímero como la nieve que se te va a escurrir en cualquier momento de las manos, pero es importante para ti y cambia tu paisaje.
Si lee tu libro alguna vecina, ya se está preparando por si apareces desnudo delante de su puerta.
Eso me pasó una vez. Yo vivía solo y tenía una vecina en la puerta de al lado y salí un día a despedir a alguien, iba desnudo y se me cerró la puerta y tuve que picar a la vecina, desnudo y contarle lo que me había pasado y afortunadamente me dejó un albornoz y pude solucionar la historia, pero me pasó.
Estás experimentando varias primeras veces… ahora hablo de pintura, ¿qué te habría dicho tu abuelo con tu primera exposición en España el año pasado?
No tuve la fortuna de conocerle. Le conocí, tengo algún recuerdo, pero no le conocí. Sí te puedo decir que mi padre no es pintor, pero vivió a mi abuelo y le encanta porque encuentra una conexión entre lo que hace su hijo y lo que hacía su padre. A mi abuelo le hubiera encantado, supongo.
¿Qué vuelcas en tu pintura?
Es bastante abstracto, aunque ahora tengo ganas de hacer cosas más realistas, pero la pintura me permite llegar a lugares donde no puede llegar con la música. La pintura tiene mucho de soledad, de mirar, no tanto de escuchar. Me dedico a la música que mueve una parte del cerebro, y la pintura mueve otra. Me parece un super complemento a la música. El otro día hablaba con Enrique Bunbury, que es muy amigo mío, y él también pinta y coincidíamos que realmente es un complemento increíble. Creo que Alejandro Sanz también pinta, Manolo García…hay algún tipo de conexión. Aparte, escribir canciones y grabar discos lleva tiempo y soy muy rápido pintando porque soy muy impaciente. La música me hace esperar tanto que la pintura es como algo instantáneo.
¿Tienes alguno colgado en casa?
No, no acostumbro a tener cosas mías en casa. Ni fotos, ni mis discos, aunque últimamente sí tengo mis discos porque he descubierto que me gusta mucho lo que hago.
¿Ahora?
Sí, sí, me gusta lo que hago y me escucho, porque lo disfruto, pero los cuadros los voy regalando. Mi manager tiene en el salón de su casa dos cuadros y cuando entro es como ‘¿esto lo he hecho yo?’ porque quedan bien. Hay algo mío en eso, y eso es un triunfo, reconocer cierta profundidad en lo que haces.
Dicen que la pandemia lo paró todo, pero tú no has tenido descanso. ¿Qué tal fue ser El principito?
Fue la ostia. Imagínate salir cada noche de un planeta con mi florín, con mi atuendo medio capa con dos estrellas, era increíble. Lo que dice El principito…son palabras tan sencillas, pero tan sabias, ya que están dichas a través de un niño. El principito es un adulto hablando a través de un niño. Yo no soy un niño, yo soy un adulto y me pareció un acierto que en la obra El principito lo hiciera un adulto, no un niño, porque es una obra para adultos. Era estar diciendo unas frases tan increíbles, aparte de poder disfrutar de una profesión como es la del teatro que es tan increíble.
También era tu primera vez en el teatro… muchas primeras veces.
Sí, sí, tener casi 50 años y tener tantas primeras veces de algo…espero seguir teniendo muchas primeras veces. Me ha aportado mucho y ha sido muy bonito hacer la música y ver cómo desde cero empieza un musical y cómo culmina sobre el escenario, ha sido algo que jamás voy a olvidar.
También te metiste en la piel de Bowie, ¿qué sensaciones deja eso?
Es un poco de riesgo porque te estás metiendo en un personaje… Pero no tuve que imitar a Bowie, ni mucho menos, desde mi filtro o sensibilidad, le interpreto. Él siempre ha tenido grandes producciones y quise hacer todo lo contrario, voy con mi guitarra acústica o mi piano y voy a la espina dorsal de las canciones. Ha sido una experiencia muy chula porque te enfrentas a grandes canciones. Y como cantante es un reto importante porque no es fácil cantar a Bowie. Es un tío con muchos registros y te pone en un lugar que tiene su dificultad y ver que lo puedo hacer y disfrutarlo y hacer disfrutar al que viene a escucharlo también es una maravilla. Soy un caradura que escribe, que hace teatro porque me lo paso bomba. Tiene más de atrevimiento que de talento.
Y además de todo esto, disco en solitario, y disco con Elefantes. Así que el verano pasado te tocó cancelar algún concierto y parar, ¿cómo lo llevaste?
Bien porque paré. Si no hubiera parado non lo sé cómo hubiera sido. Hubo un momento en el que se me fue de las manos. Flipo que haya hecho tantas cosas. Soy inquieto, me gusta hacer cosas, disfruto y tengo las puertas abiertas, pero creo que calculé mal y fue demasiado. Ni físicamente me daba, ni mentalmente. Puse el listón demasiado alto y no pude, tuve que parar. Preferí decir lo que me pasaba. ‘No puedo, me he creído demasiado y me he quedado aquí’. Afortunadamente el púbico que me sigue lo entendió muy bien y, al contrario de recibir críticas, recibí un aluvión de comprensión me ha enseñado un montón. Mucho respeto a la gente que me sigue y aprenderé a no ser tan ambicioso, pero también aprendí que estoy haciendo un público muy respetuoso.
Algunos dirán que la edad empieza a pasar factura, ¿cómo llevas tú el tema de ir cumpliendo años?
Cada vez peor, me voy haciendo mayor. Esto que me ha pasado, el colapso, posiblemente hace diez años no lo habría tenido, y menos hace veinte. Ahora sí. Y ya hay cosas que me doy cuenta de que ya no las llevo como antes y me agobia porque yo quiero hacer muchas cosas, disfruto mucho, y vaya mierda, cada vez me queda menos tiempo. Y aunque tengo muchas ganas de morir, tengo las mismas de vivir. Cada vez se me hace más difícil ser mayor. También es verdad que cuanto más mayor me hago, más disfruto porque supongo que soy más consciente de lo que cuesta ganar las cosas y de lo que tengo.
Acabamos volviendo a la muerte. “Siempre que se hace por primera vez se muere un poco”, ¿este libro te ha matado un poco?
Supongo que sí, ya no voy a poder decir que es la primera vez que escribo un libro de poesía. Pero también creo que se nace y se muere cada día. Todo lo que hemos aprendido, desaparece. Si tu mente está abierta, no tengo por qué morir, como decía Punset. Intento mantener vivo a mi niño, esa mirada de sorprenderte con las cosas. Hace poco tiempo nos hemos cambiado de casa, nos hemos ido a vivir fuera y me levanto cada día y flipo y me sorprendo. Intento llevar esa actitud y cuando me subo al escenario entender que hay un público viéndome, una banda maravillosa a mi lado y estoy en el escenario, guapísimo, tengo una voz de puta madre y lo voy a disfrutar. Y eso intento sentirlo cada noche que subo al escenario. Quizás suena un poco naïf pero hay una intención de jugar a vivir que para mí es muy importante.
Cristina Zavala
Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...