Los 18 años de ‘Confessions on a dance floor’: cuando Madonna miró al pasado para volver a reinventarse

En 1985, Madonna dominaba las pistas de baile. Ese año, que comenzó con Like a Virgin y continuó con Crazy for You, captó la filosofía de la Reina del Pop, una visión diferente de mirar el mundo y relacionarse con la música, con sintetizadores y un sonido ochentero difícil de superar. 20 años después, en 2015, quiso regresar al centro de la pista con su décimo disco, Confessions on a Dance Floor, en esa búsqueda de trascendencia infinita que respira.

Madonna nunca ha desestimado el poder de la música de baile para transmitir emociones. Impulsada por una producción vertiginosa, principalmente de Stuart Price, Confessions sacó a la ambición rubia de las mansiones inglesas para llevarla de vuelta al mundo real, ese entresijo de clubes nocturnos donde se hizo un nombre en su juventud.

Confessions on a Dance Floor se creó para escuchar a todo volumen, y las canciones que lo conforman cambian constantemente, con vertiginosas capas de sonidos, acción, velocidad. A diferencia de la precisión cristalina de otros discos de Madonna como Ray of Light y Music, la firma sonora aquí es de una gran densidad. Las doce canciones no solo se combinan como un set de DJ, sino que también vienen premezcladas.

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En 2005, los artistas estaban experimentando con el R&B y el hip-hop, y la primera ola de reguetón ya era un hecho. Madonna quiso desligarse de estas tendencias y reutilizar sonidos de décadas pasadas: 70, 80 y primeros 2000, principalmente. Todo tenía un gusto a Donna Summer, a los Bee Gees, y, por supuesto, a ABBA, con ese Hung Up que se convirtió en un clásico instantáneo.

Mientras que los esfuerzos habituales de Madonna por reclamar su supremacía en la pista de baile giraban en torno al tema de sus canciones, como pasaba en Vogue o Everybody, en Confessions cambia su enfoque hacia la autosuficiencia. En Sorry lanza el poderoso mensaje "Puedo cuidarme sola", una proclama que reafirma en Jump, con "Puedo hacerlo sola". Sin olvidar el mensaje, pues entre esas ‘confesiones’ siguen estando preocupaciones que siempre ha manifestado en sus canciones relacionadas con la religión, el amor o la fama.

Hay que recordar que su anterior disco, American Life (2003) fue el que peor se vendió, con una música confusa, que dañó considerablemente su reputación. En una entrevista en MTV, la Reina del Pop habló de su estado de ánimo al superar este lanzamiento. “Cuando escribí American Life, estaba muy agitada por lo que estaba pasando en el mundo que me rodea, estaba enojada. Tenía mucho que sacarme del pecho. Hice muchas declaraciones políticas. Pero ahora, sentía que solo quería divertirme, quería bailar, quería sentirme optimista".

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Madonna sumaba 47 años por aquel entonces, una edad en la que la cruel industria musical penaliza a las mujeres. Eso no fue un impedimento para vender más de 10 millones de copias de este álbum y sorprender a una nueva generación de fans. Madonna reinventado la pista de baile, demostrando que sigue teniendo ganas de trasnochar. Enfrentada a la moda musical con un mensaje que solo ella puede lanzar. Lo dejó bien claro en I Love New York: “Si no te gusta mi actitud, entonces puedes largarte”.

Este álbum definió el momento en que Madonna reconoció su posición y su autoridad dentro de la industria musical. Confesiones on a dance floor no es sólo un guiño a la música de baile de una época pasada, también es Madonna reconociendo su propia música y su impacto cultural. En lugar de tratar de reinventar la rueda, como tantas veces hace, esta vez pareció aceptarla por lo que es, trayéndola al momento y regalándonos un sólido álbum de baile.