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Crónica: Amaral demuestra que valía la pena esperar su ‘Salto al Color’ en su concierto de Madrid
El grupo llenó "el Palacio de los Deportes de toda la vida" en una noche en la que repasaron todos sus himnos
Seiscientos ocho días. Seiscientos ocho días, con sus días, y sus noches: eso es lo que Madrid (y una desgraciada pandemia) ha tardado en permitir de nuevo que Amaral vuelva a subirse al escenario de uno de los conciertos de su gira más importantes. Pero Eva y Juan, aún casi dos años después, han cumplido con su cita con la capital.
Ambos acudieron fieles a su compromiso con Madrid el pasado 19 de noviembre, siendo de lo más puntuales en el escenario. Aunque su público, emocionado desde horas antes en las puertas del recinto, lo fueron más aún. Una vez dentro, parecía mentira ver el WiZink Center tan sumamente lleno, con tal cantidad de gente que apenas se vislumbran las escaleras de las gradas. Si se echaba un vistazo rápido a la gente del recinto, eso sí, se podían ver las mascarillas que nos devolvían de golpe al año 2021. Un gesto que sigue demostrando que la cultura, después de todo este tiempo, sigue siendo segura.
Pero cualquier espera y multitud se justifican si empiezan oyendo temazos como Señales o El universo sobre mí, y más si a éstos les siguen Marta, Sebas, Guille y los demás. Abriendo con canciones de siempre demuestran que ya es un icono de nuestra música, aunque las más recientes son la prueba que Amaral no le tiene miedo a saltar al vacío. O mejor dicho, al color: Esta gira, a propósito de su último disco, ha sido también un espectáculo visual que hipnotiza solo con su escenario.
Eva, por supuesto, es una perfecta maestra de ceremonias por la que años no restan ni un ápice de interés a lo que canta: lo demuestra con la enigmática Lluvia, la melancólica Cómo hablar o la cañera Revolución. Esta última termina por hacer honor a su nombre convirtiendo el estadio en una verdadera fiesta, en la que apenas hubo público que no se lanzó a saltar mientras la coreaban. Y esto es, de nuevo, todo un milagro a agradecer en los tiempos que corren.
La única invitada que les acompañó en la noche vino paradójicamente en Soledad, Lucía Ruibal. Aunque bailes aparte, el contenido musical del concierto siguió siendo toda una delicia para los allí presentes. No distó demasiado de lo presentado en otros puntos de la península, y aun así sorprendieron. Y como Nicholas Cage en Leaving Las Vegas, siguieron con otros temas -o, a juzgar por cómo los cantaba la gente, himnos- como Moriría por vos, Cuando suba la marea o Días de verano.
En un primer amago de abandonar el escenario, el grupo maño se decantó por Ondas do mar de Vigo, una cantiga gallega del siglo XIII -también incluida en su último trabajo- que empalmaron con Mares Igual que tú. Una antesala perfecta para uno de los momentos más místicos de la noche, en los que cantó una secuencia que incluía Kamikaze, Tambores de la rebelión, Hacia lo salvaje y Halconera. Una mezcla de tres discos que, sorprendentemente, sonaron más actuales que nunca.
Sin ti no soy nada, ese canto desesperado -esta vez, en acústico- al amor tóxico que se llevó un Premio Ondas, marcó el principio del final de una noche mágica. Salir corriendo y Llévame muy lejos se sintieron como un auténtico mensaje de ayuda que elevaron hacia lo más alto el WiZink Center, para luego despedirse con un cuestionado Peces de colores. Sin duda, una noche que dejó claro que una pandemia puede parar el tiempo, pero nada nunca parará a Amaral.
Javier Rodrigo Saavedra
Cine y música. Música y cine. Y más, claro. Me encontrarás en todo tipo de saraos cubriendo todo, desde...