Especial
CO2, NO2, PM 2.5… todo lo que estamos respirando (y por qué debería preocuparnos)
La información sobre la calidad del aire hace referencia a una serie de conceptos que no siempre se comprenden correctamente. Te los explicamos con detalle.
En El Eco de LOS40 llevamos varias semanas abordando un tema de vital importancia: la contaminación. Un problema que afecta, sobre todo, al aire que respiramos, pero que también tiene otras variantes: hemos hablado de contaminación interior, de contaminación acústica e incluso de contaminación lumínica.
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Lo cierto es que, cuando oímos hablar de contaminación, todos pensamos en lo que entra en nuestras vías respiratorias. Un aire que supone un reto de primer nivel: se calcula que en torno a 10 millones de personas mueren por causa directa de este problema.
No es sólo un problema de las grandes aglomeraciones urbanas: la práctica totalidad de la población, alrededor del 99% respira un aire que supera los límites de calidad recomendados por la OMS, según los datos que cada año recopila en su base de datos esta organización internacional. Se sabe que existe una relación directa entre la ausencia de aire limpio y las infecciones respiratorias, las enfermedades cardíacas, los accidentes cerebrovasculares y diversos tipos de cáncer. Diversos estudios también han encontrado una nexo entre la contaminación y la degeneración ósea de las mujeres.
Pero, ¿de qué hablamos exactamente cuando hablamos de contaminación? ¿A qué responden las letras y números a las que se hace referencia en los medios? Y lo que es más importante, ¿por qué debería ser una preocupación para todos?
Monóxido de carbono (CO)
Se trata de un gas incoloro e inodoro, por lo que es conocido como “el veneno silencioso”. Es muy tóxico tanto para las personas como para el resto de los animales, hasta el punto de que puede ser letal si se respira en concentraciones elevadas. Entra en el organismo a través de los pulmones, desde donde pasa a la sangre provocando una disminución de la capacidad de transporte de oxígeno por parte de los glóbulos rojos y, en última instancia, graves daños en los órganos y los tejidos. Tras su presencia en el aire están, principalmente, los tubos de escape de los automóviles, pero también determinados sistemas de calefacción como hornos, calderas, estufas de gas o calentadores, así como el humo del tabaco.
Dióxido de carbono (CO2)
Quizá, el gas contaminante del que más se habla en los medios de comunicación. ¿El motivo? El dióxido de carbono, también llamado anhídrido carbónico, es el principal causante del efecto invernadero que provocan las actividades humanas, principalmente la quema de combustibles fósiles para el transporte o la industria. Su presencia contribuye a formar una capa gaseosa en la atmósfera que impide la radiación del calor y, en última instancia, hace que aumente la temperatura global. Es, por tanto, uno de los enemigos a batir cuando se trata de combatir el cambio climático. Aunque el CO2 está presente de manera natural en la atmósfera, e incluso resulta imprescindible para la propia vida, el imparable aumento de su presencia desde la revolución industrial se ha convertido en uno de los grandes problemas de la humanidad.
Óxidos de nitrógeno (NO y NO2)
Los denominados óxidos de nitrógeno engloban tanto al monóxido (NO) como al dióxido de nitrógeno (NO2). El segundo es el que resulta especialmente peligroso para la salud; puede provocar inflamación de las vías aéreas, afecciones de órganos y del sistema circulatorio, respiratorio o inmunitario. También son una seria amenaza para el medio ambiente, dado que están relacionados con los procesos de acidificación de los ecosistemas, lo que se traduce en afecciones metabólicas y una limitación del crecimiento vegetal. Al igual que en el caso del CO y el CO2, el origen es principalmente antropogénico, y está relacionado con el tráfico motorizado y las instalaciones industriales.
Ozono troposférico (O3)
Al igual que otros gases, el ozono es esencial para los seres vivos, dado que su presencia en la atmósfera nos protege de la radiación UV procedente del sol. Sin embargo, cuando se encuentra a nivel de suelo en concentraciones elevadas, el conocido como “ozono malo” supone un grave riesgo para la salud: irrita el sistema respiratorio, agrava las enfermedades pulmonares y, en última instancia, reduce la esperanza de vida. A pesar de ser el gas que afecta a un mayor número de población en España, y de que produce unas 1.600 muertes prematuras al año en nuestro país según la Agencia Europea del Medio Ambiente, es menos conocido que otros contaminantes.
PM2,5 y PM10
Cuando se habla de PM no se habla de gases, sino de partículas que están presentes en el aire. PM es, en concreto, el acrónimo inglés de materia particulada. Y el número que la sigue hace referencia a su tamaño. Las PM10 son aquellas que tienen un diámetro inferior a 10 micras, mientras que las 2.5, las más peligrosas, son inferiores a 2,5 micras, lo que equivale aproximadamente a 1 diezmilésimo de pulgada. Esto es menos que el grosor de un cabello humano, lo que facilita que entren en nuestros pulmones al respirar. Aunque suponen un riesgo para toda la población, los niños, los ancianos y las personas que sufren de enfermedades cardíacas y pulmonares, asma o enfermedades crónicas son más sensibles a sus efectos.